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CE Ralph Ossa

Observaciones del Economista Jefe

por Ralph Ossa

En un mundo vícitma de tensiones comerciales, ¿qué función tienen realmente los aranceles?

Las tensiones debidas a la política comercial se están intensificando aceleradamente. En los últimos meses varias grandes economías han anunciado o impuesto nuevos aranceles de amplio alcance, recuperando un instrumento de política que muchos consideraban relegado al pasado. Estos acontecimientos han dado mucho que hablar a los observadores políticos, pero detrás de los titulares hay un conjunto de estudios económicos que ayuda a comprender lo que los aranceles hacen realmente.

En lo esencial, los aranceles son simples: aumentan el precio nacional de los productos importados. Sin embargo, sus efectos reverberan a través de la economía de manera compleja, alterando los precios, los salarios, los tipos de cambio y la estructura del comercio. Ahora que los Gobiernos retoman este poderoso instrumento, comprender los mecanismos económicos a través de los que opera es más importante que nunca.

En el nivel más básico, un arancel es un impuesto sobre los productos importados. Introduce una diferencia entre el precio mundial y el precio nacional. Por ejemplo, si se impone un arancel del 10% a un producto cuyo precio mundial es de 100 dólares EE.UU., el precio nacional pasa a ser 110 dólares EE.UU. La diferencia — 10 dólares EE.UU. — se recauda como ingreso arancelario, que el Gobierno puede utilizar para financiar sus gastos.

Los aranceles también pueden afectar al precio mundial de un producto, especialmente cuando los impone un gran economía. El razonamiento es el siguiente: el aumento de los precios nacionales reduce la demanda nacional, lo que a su vez reduce la demanda mundial y, por lo tanto, los precios mundiales. En nuestro ejemplo, el precio mundial podría reducirse a 95 dólares tras la imposición del arancel, lo que daría lugar a un precio nacional de 104,50 dólares. En este caso, parte del arancel la pagan de hecho los productores extranjeros.

Este trasvase de costos incentiva a las grandes economías a imponer aranceles unilateralmente. Sin embargo, este argumento, llamado del arancel óptimo, pasa por alto la posibilidad de que se adopten medidas de retorsión. Si un país A impone aranceles a un país B, este tiene un incentivo para pagarle con la misma moneda. El resultado último es una guerra comercial en la que ambas partes resultan perjudicadas.

Esta conclusión es la base de la principal teoría de las negociaciones comerciales. Si todas las economías tratan de beneficiarse a costa de las demás, cada una de ellas resultará perjudicada, lo que crea incentivos para una formulación de políticas comerciales cooperativa. La bibliografía económica sobre política comercial demuestra que los principios básicos de reciprocidad y no discriminación son instrumentos eficaces para escapar a la lógica de los aranceles mutuamente perjudiciales (Bagwell y Staiger, 2002).

La medida en que los aranceles se transmiten a los precios de consumo es una cuestión que en última instancia solo puede determinarse empíricamente. Los datos relativos a la primera oleada de aranceles estadounidenses impuestos a China indican un trasvase pleno a los consumidores estadounidenses (Amiti et al. 2019; Fajgelbaum et al. 2019). Sin embargo, estos estudios se basan en los efectos a corto plazo y emplean metodologías que no pueden dar plena cuenta de los ajustes más amplios, de carácter macroeconómico. Los modelos comerciales cuantitativos estándar predicen normalmente al menos un cierto trasvase de costos a los productores extranjeros.

Una cuestión más amplia es cómo afectan los aranceles a la inflación. Cuando un país impone un arancel, causa un aumento puntual del nivel de inflación interno, que no se traduce necesariamente en una inflación sostenida. Una vía por la que un arancel podría dar lugar a una inflación persistente es a través de una espiral de salarios y precios, como puede suceder en el caso de otras perturbaciones de la demanda.

Los aranceles no afectan solo a las importaciones, también inciden en las exportaciones. Lo hacen directamente al aumentar los precios de los bienes intermedios, lo que reduce la competitividad de las empresas exportadoras; pero los efectos más amplios en equilibrio general también son importantes. Los aranceles hacen posible una expansión de los sectores que compiten con las importaciones, lo que detrae recursos — por ejemplo, mano de obra, capital, tierra — de otros sectores, incluidos los exportadores.

Este efecto se produce a través de variaciones del tipo de cambio real, que mide los precios nacionales en relación con los precios extranjeros, ajustados según el tipo de cambio nominal. Al expandirse los sectores que compiten con las importaciones, demandan más trabajadores, lo que impulsa al alza los salarios en el conjunto de la economía. El incremento de los salarios aumenta los costos de producción de las empresas exportadoras, lo que las hace menos competitivas en los mercados internacionales. El resultado es una apreciación del tipo de cambio real, que hace que las exportaciones sean relativamente más caras en el extranjero.

Una cuestión conexa es qué sucede con el tipo de cambio nominal. Una vía por la que resulta afectado es directa: los aranceles reducen la demanda de importaciones y, por lo tanto, la demanda de moneda extranjera, lo que da lugar a una apreciación de la moneda nacional. Otra vía es indirecta: los aranceles pueden llevar a los mercados a prever un endurecimiento de la política monetaria que contrarreste la inflación, lo que también puede hacer que la moneda nacional se revalúe. Para los efectos comerciales, lo que importa en última instancia es la variación del tipo de cambio real; que tenga lugar a causa de los ajustes salariales, los precios nacionales o el tipo de cambio nominal es secundario.

Hay, por lo tanto, una disyuntiva entre los efectos de los aranceles en la inflación y en la competitividad. Si el tipo de cambio experimenta una fuerte apreciación, los precios nacionales aumentan poco, pero la competitividad se resiente significativamente. Si se revaloriza solo ligeramente, los precios nacionales aumentan más, pero la competitividad resulta menos afectada. En ambos casos los aranceles imponen costos económicos.

Una cuestión de actualidad si los aranceles afectan a los desequilibrios comerciales. La respuesta varía según se consideren los desequilibrios agregados, bilaterales o sectoriales. Los desequilibrios comerciales agregados reflejan la diferencia entre el ahorro nacional y la inversión nacional, una ecuación contable básica. El mecanismo es análogo al que opera en la economía de una unidad familiar: para que una unidad familiar (país) ahorre, tiene que ganar (exportaciones) más de lo que gasta (importaciones).

Para mejorar la balanza comercial agregada, los aranceles tendrían que aumentar el ahorro nacional o reducir la inversión nacional, y esta es una posibilidad. Por ejemplo, las unidades familiares podrían diferir el consumo si prevén que los aranceles sean temporales, y en ese caso aumentaría el ahorro. Alternativamente, los aranceles podrían reducir la inversión al aumentar el costo de los bienes de capital, o al generar incertidumbre respecto de las políticas, lo que daría lugar a que las principales empresas pospusieran el gasto.

Sin embargo, la mayoría de los economistas prevé que los aranceles tengan solo efectos limitados en los desequilibrios agregados. Los factores macroeconómicos fundamentales — como la política fiscal o la tasa de ahorro de las unidades familiares — tienen una incidencia mayor. Esta opinión está respaldada por estudios empíricos en los que, por el momento, se ha constatado una escasa repercusión en la balanza comercial agregada (Furceri et al. 2022).

Sin embargo, los aranceles pueden afectar a la balanza comercial bilateral al alterar los precios relativos. Es perfectamente posible que un país A tenga déficit con el país B, y este con el país C, y que C lo tenga con A, sin que ninguno de ellos tenga un desequilibrio comercial agregado.

Los aranceles también pueden afectar al balance comercial sectorial. Por ejemplo, el aumento de los aranceles sobre las importaciones de mercancías tiende mejorar la balanza comercial de mercancías desalentando las importaciones, ya que incrementa los precios nacionales, pero al mismo tiempo perjudica la balanza comercial de servicios al reducir las exportaciones de servicios, puesto que da lugar a una apreciación del tipo de cambio real.

Ahora que los aranceles han vuelto al debate de la política comercial, conviene recordar lo que la economía sabe desde hace tiempo: los aranceles no son solo un instrumento para generar ingresos fiscales o proteger a la industria nacional; son un mecanismo de política con consecuencias de amplio alcance y, con frecuencia, no deseadas. Su atractivo a corto plazo puede hacer que se pierdan de vista los costos acarrea a largo plazo para la inflación, la competitividad y la cooperación internacional. En un mundo en el que las tensiones comerciales se intensifican, comprender claramente los pros y contras de esta disyuntiva es más importante que nunca.