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Declaración de Pascal Lamy, Director General de la OMC
Señor Presidente:
Muchas gracias por permitirme expresar mi opinión y por brindar esta
oportunidad de diálogo con todos los Miembros sobre los próximos cuatro
años. Confío en que ello nos permita distanciarnos de nuestras
preocupaciones diarias, aunque sea brevemente, para observar el panorama
general.
Como dijo una vez el poeta Carl Sandburg: “Un político debería tener
tres sombreros. Uno para lanzarlo al ruedo, uno para las palabras al
aire, y otro para sacar conejos si lo eligen.” La buena noticia es que
tengo el sombrero. Pero la mala noticia es que todavía nos falta un
conejo para sacar de él ...
Bromas aparte, me planteo esta reunión con un espíritu muy similar al
que tenía en 2005; con ánimo de permanecer al servicio de todos los
Miembros de la OMC y contribuir a fortalecer esta Organización.
Ante todo, quiero reiterar que creo firmemente en la finalidad
primordial de la OMC, que es abrir el comercio en beneficio de todos.
Nuestros valores políticos fundamentales siguen siendo los de apertura,
la garantía del principio de la nación más favorecida y el trato no
discriminatorio por los Miembros y entre ellos, así como el compromiso
de lograr la transparencia en sus actividades.
Sigo convencido de que la apertura gradual de los mercados nacionales al
comercio internacional, con excepciones justificables o con la
flexibilidad adecuada, permite lograr el desarrollo sostenible, mejorar
el bienestar de las personas, reducir la pobreza y promover la paz y la
estabilidad.
Pero esto no significa que la apertura del comercio de manera regulada
beneficie automáticamente a todo el mundo. De ahí la noción del
“Consenso de Ginebra” que enuncié en esta misma sala en 2005. Se trata
de abrir el comercio, pero también se trata de adoptar políticas
nacionales e internacionales adecuadas que ayuden a traducir la mayor
apertura del comercio en beneficios reales, mayores y tangibles para
nuestros ciudadanos.
Vivimos en tiempos de crisis. Aún no se han hecho sentir todas sus
repercusiones sociales, que inevitablemente habrán de generar presiones
políticas. Y es precisamente ahora, que abundan las tentaciones
proteccionistas, cuando el valor del sistema multilateral de comercio
nos resulta aún más evidente. El sistema de normas del comercio mundial
del GATT y la OMC, construido pacientemente a lo largo de los últimos 60
años, es ante todo y por encima de todo una fuente de confianza para los
operadores económicos. Y, como ha demostrado la crisis, la confianza es
hoy el eslabón que falta para que el mundo vuelva a la senda del
crecimiento.
Por lo tanto, nuestro principal objetivo para los próximos años, tal y
como yo lo veo, es reforzar el papel de la OMC como el organismo del
comercio mundial. Esto significa hacer que la OMC sea más favorable al
desarrollo, “de más fácil uso”, para que sus beneficios aprovechen a
todos, grandes y pequeños, ricos y pobres, fuertes y débiles.
Nuestra actividad medular consiste en abrir mercados y elaborar normas
comerciales. Ésta es y seguirá siendo nuestra labor inconclusa. Nos
queda mucho por hacer.
Si estamos de acuerdo en este objetivo general, como creo que todos
compartimos, ¿cómo podemos mejorar nuestras posibilidades de alcanzarlo?
Sobre la base de la experiencia de los últimos cuatro años y de las
consultas que he celebrado con muchos de ustedes en las últimas semanas,
creo que hay cuatro esferas en que deberíamos tratar de mejorar la
situación: las negociaciones; la aplicación; la coherencia; y la
proyección exterior.
Llevar a buen puerto las negociaciones
En contra de lo que suele creerse, la OMC es mucho más que sus
negociaciones. Pero el cumplimiento del mandato de negociación de la
Ronda de Doha sigue siendo la prueba decisiva de nuestra capacidad
colectiva para fortalecer el sistema mundial de comercio. Por eso
considero que la conclusión de la Ronda de Doha para el Desarrollo es y
debería seguir siendo nuestra prioridad número uno.
Más allá de los compromisos necesarios para concluir la Ronda de Doha, y
más allá también del acceso a los mercados que procurará, está la
importancia enorme de su valor sistémico. El mayor premio que encierra
la Ronda de Doha es la certeza, la previsibilidad y la estabilidad que
aportará al comercio mundial. Esta póliza de seguro acrecienta su valor
en los momentos de crisis como el que hoy atravesamos.
El hecho innegable es que concluir la Ronda de Doha es difícil
precisamente por la trascendencia de sus resultados: esta Ronda es dos o
tres veces mayor que las anteriores en lo que a recortes y compromisos
se refiere. Además, es una Ronda centrada en beneficios para los países
en desarrollo, es decir, una verdadera Ronda para el Desarrollo. Si se
aprecia a través de los derechos que se eliminan, dos tercios de los
beneficios que pueden arrojar los recortes de aranceles y subvenciones
resultantes de esta Ronda irán a parar a las exportaciones de los países
en desarrollo.
Lo que tenemos que hacer a partir de ahora es reiniciar el proceso a
nivel político, partiendo de donde lo dejamos el año pasado.
Llevamos siete años transitando por el camino de la Ronda de Doha y
tenemos recorrido el 80 por ciento del trayecto. Lo hemos hecho juntos,
siguiendo un proceso inclusivo y de acumulación progresiva. Es mucho lo
que se ha logrado: si recuerdan nuestro punto de partida, hay una lista
bastante larga de cuestiones en que las posiciones se han acercado.
Pienso que ha llegado el momento de empezar a llevar las negociaciones a
su última fase, de entrar en la recta final.
Mirando más allá de Doha, hay muchas ideas nuevas flotando en el
ambiente sobre posibles esferas para la labor futura. Muchas de ellas
también se han planteado en las consultas que he mantenido con ustedes.
Por ejemplo, el cambio climático, ámbito en el que estoy convencido que
el primer paso debería ser un acuerdo multilateral que abarque a todos
los principales emisores y que todos esperamos que surja en Copenhague.
También están en el aire otras cuestiones relacionadas con la seguridad
alimentaria, la energía, el trabajo, la competencia, la inversión o el
proteccionismo financiero, cualquiera que sea la forma en que este se
defina.
A mi parecer, nuestra capacidad de proyectarnos hacia el futuro depende
de nuestra capacidad de hacer realidad el presente. Estas cuestiones no
forman parte del programa actual. Obviamente, nada nos impide pensar en
el porvenir, pero considero que la labor seria sobre cualquier tema
futuro debe comenzar cuando la línea de meta de la Ronda de Doha se
vislumbre claramente.
Permítanme mencionar dos esferas que forman parte de nuestro mandato
actual y que, en mi opinión, merecen una mayor atención por nuestra
parte: los acuerdos comerciales regionales y las normas de origen.
Con respecto a lo primero, es difícil entender por qué se asumen hoy
compromisos y concesiones de tan profundo alcance en los acuerdos
preferenciales sin ninguna consecuencia en el plano multilateral. Todos
sabemos que se trata de una cuestión compleja y que hay diferencias
entre los acuerdos comerciales regionales que tienen por objetivo lograr
una integración regional profunda y otros acuerdos de libre comercio.
Pero si tomamos en serio la vigencia del principio de la nación mas
favorecida, deberíamos pensar colectivamente en algún modo de
“multilateralizar” gradualmente las concesiones hechas en acuerdos de
libre comercio. Material de reflexión para los negociadores del Artículo XXIV.
En cuanto a las normas de origen, a mi juicio, es preciso abordar con
decisión la proliferación de diferentes regímenes (regionales,
bilaterales y hasta unilaterales), a fin de facilitar la vida de los
operadores comerciales y económicos.
Estos dos ejemplos — los acuerdos comerciales regionales y las normas de
origen — demuestran que el actual programa de la OMC no ha quedado en
modo alguno obsoleto. Mucho de lo que hoy nos ocupa estaba ya en el
programa de la Ronda Uruguay; incluso en el de la Ronda de Tokio, para
ser más exactos. Pero lo cierto es que hoy siguen siendo igual de
pertinentes, si no lo son aún más, para los operadores económicos.
También se están sugiriendo algunas ideas sobre los procesos de
negociación. Muchas se han analizado en el Informe Sutherland y en el
Informe de la Comisión Warwick.
En la actualidad actuamos con tres limitaciones: la adopción de
decisiones por consenso, el hecho de que todos los temas que se negocian
estén ligados en un todo único, y un proceso de negociación por
acumulación progresiva.
No creo que debamos reabrir el “consenso sobre el consenso”. La adopción
de decisiones por consenso aumenta la legitimidad de los acuerdos
alcanzados en un foro internacional, cosa necesaria y deseable porque el
grado de legitimidad ha mermado con la lejanía de los procesos políticos
nacionales.
Por tanto, la cuestión es cómo forjar un consenso. Probablemente el
conocido método de los círculos concéntricos sea el único eficaz de que
disponemos. Pero exige un riguroso compromiso de transparencia por parte
de todos: cada cual debe cumplir su parte. Debemos reconocer que todavía
no hay suficiente transparencia en nuestra forma actual de trabajar;
luego, existe un margen para mejorarla.
También tenemos que hallar el modo de avanzar más rápidamente hacia el
centro de gravedad de los temas que se negocian, para aumentar la
eficiencia. A este respecto, a mi modo de ver, los procesos de
negociación de otros foros internacionales nos ofrecen enseñanzas
útiles.
Los acuerdos sectoriales y plurilaterales, y conceptos como el de “masa
crítica”, ya han sido ensayados. Pero insisto: considero que a esta
altura nuestra labor no debería apuntar a esas cuestiones.
Mejorar la aplicación
La segunda esfera en la que habría que centrarse en el futuro es la de
mejorar la aplicación de los acuerdos vigentes. Cuando se examinan las
funciones de la OMC, se observa un notable contraste entre la
sofisticación de las negociaciones, la solidez del mecanismo de solución
de diferencias y la fragilidad de la vigilancia y la transparencia, que
no deja de ser sin embargo uno de los pilares del sistema multilateral
de comercio.
Existen mandatos para la presentación de notificaciones y el examen por
homólogos, pero creo que no se ha dedicado suficiente atención ni
recursos a su ejecución. La función de vigilancia de la OMC se ve
obstaculizada por cierta falta de visión general y capacidad analítica.
Sin embargo, hay algunos aspectos positivos. Por ejemplo, se ha avanzado
en la transparencia de los acuerdos comerciales regionales. Y con la
vigilancia de las medidas adoptadas en respuesta a la crisis hemos
demostrado que, colectivamente, podemos aplicar esos mecanismos con
mayor vigor. Pero en muchos comités se registra un escaso número de
notificaciones y, lo que es más importante, su calidad y su examen son
deficientes. Como uno de ustedes me dijo el otro día, colectivamente
hemos sido un poco vagos en esta esfera.
La cuestión es cómo mejorar esta situación. Podríamos mejorar el
aprovechamiento de la asistencia técnica, centrarnos más en la capacidad
de los Miembros para cumplir sus obligaciones en materia de notificación
y prepararlos mejor para un examen por homólogos más efectivo. Podríamos
mejorar la operatividad de los exámenes de las políticas comerciales.
También podríamos rediseñar los modelos de notificación para que sean
polivalentes. La mejora del proceso de vigilancia fomentaría sin duda la
confianza en el sistema y evitaría atascar el mecanismo de solución de
diferencias gracias a un sistema de alerta precoz.
En cuanto a la solución de diferencias, creo que en general funciona
bien. Además de lo que se está negociando en el proceso de examen del
Entendimiento sobre Solución de Diferencias, se podrían mejorar algunos
aspectos; por ejemplo reducir los gastos administrativos de la
Secretaría —uno de los problemas que deben solucionarse es el de la
extensión de las comunicaciones y anexos que hay que traducir — y hacer
frente a los períodos de actividad más intensa.
También es preciso prestar atención al cumplimiento de las decisiones
sobre solución de diferencias. Lo mismo ocurre con la participación de
los países en desarrollo en la solución de diferencias, a la que sin
duda contribuiría, en mi opinión, que se diera impulso al Centro de
Asesoría Legal en Asuntos de la OMC. También hay que examinar el modo de
utilizar mejor y más a menudo los buenos oficios, la conciliación y la
mediación, procedimientos que nuestras normas prevén actualmente.
La coherencia como base
La tercera cuestión a la que querría referirme es la de cómo asegurar
una mayor coherencia, tanto en el plano interno como en el externo.
Comenzando por la Secretaría, considero que a pesar de los progresos que
se han hecho se pueden hacer mayores progresos para poner fin a la
compartimentación de las divisiones, mejorar la comunicación interna,
aumentar la movilidad del personal, utilizar equipos de trabajo -como el
que hemos establecido para el seguimiento de la crisis- o establecer
grupos de expertos para actividades como los Exámenes de las Políticas
Comerciales, la asistencia técnica y las adhesiones. También deberíamos
celebrar más sesiones y seminarios informales con los Miembros para
examinar en conjunto las cuestiones que forman parte de la actividad de
la OMC.
Desde el punto de vista externo, la OMC es uno de los planetas de la
galaxia de la gobernanza mundial y se pueden potenciar aún más sus
conocimientos especializados para afrontar los retos relacionados con la
gobernanza a escala mundial. Los principales ingredientes de la
gobernanza mundial son la eficiencia y la legitimidad; y la coherencia
es la clave para combinar esos dos elementos.
Hemos utilizado nuestro poder de convocatoria para promover una mayor
coherencia ante los diversos problemas del comercio internacional y de
la economía. En los cuatro últimos años hemos reforzado el
funcionamiento del mandato explícito de coherencia con el Banco Mundial
y el Fondo Monetario Internacional que tiene la OMC, pero también nos
hemos esforzado por ampliar la coherencia de la OMC con otras
organizaciones internacionales y regionales. Tengo el propósito de
seguir trabajando en esta línea.
La Ayuda para el Comercio y el Marco Integrado Mejorado son claros
ejemplos de ello. Otro ejemplo es la vigilancia de las medidas adoptadas
en el contexto de la crisis actual. La financiación del comercio y las
iniciativas recientes de convocar a las partes interesadas en la OMC
para afrontar globalmente este problema son también ejemplos de nuestra
capacidad de promover un enfoque coherente de los problemas mundiales.
Lo mismo puede decirse del Fondo para la Aplicación de Normas y el
Fomento del Comercio (FANFC). Deberíamos avanzar hacia el futuro
basándonos en todo ello y prestar más atención al plano regional, que va
adquiriendo importancia cada vez mayor, también para nuestras
actividades de asistencia técnica relacionada con el comercio.
Estamos llevando a cabo proyectos de investigación conjunta con otras
organizaciones internacionales como la OIT, la OCDE, la UNCTAD y los
bancos regionales de desarrollo. En breve se publicará un estudio
conjunto sobre el comercio y el cambio climático, elaborado
conjuntamente por la OMC y el PNUMA.
En un plano más general, la tarea de tender puentes con el sistema de
las Naciones Unidas, con la integración del comercio en la iniciativa de
los Objetivos de Desarrollo del Milenio y con mi propia participación en
la Junta de Jefes Ejecutivos, debería contribuir también a aumentar la
coherencia en nuestra labor con el sistema de las Naciones Unidas.
Potenciar la proyección exterior
Es ésta una esfera en la que pese a los esfuerzos que hemos desplegado
queda todavía mucho por hacer. Sigue existiendo una desproporción entre
las actividades que llevamos a cabo entre nosotros - todos los años se
celebran más de 7.000 reuniones en el Centro William Rappard - y la
intensidad de la interacción con nuestro entorno y con el público.
Comenzando por nuestro propio círculo, es posible mejorar la relación
con las delegaciones pequeñas no residentes. Es necesario examinar qué
recursos de formación se ofrecen a estos Miembros para garantizar que se
atiendan sus necesidades.
Por lo que se refiere a la comunicación con los países no miembros, cabe
hacer mención de las adhesiones, una cuestión sobre la que muchos de
ustedes han dicho que debe ser objeto de atención en los años venideros.
Hay cierto malestar entre los Miembros en proceso de adhesión porque
entienden que el listón se coloca cada vez más alto. Los PMA tienen una
preocupación específica sobre el uso de las directrices para su adhesión
a la OMC. La adhesión es un proceso complejo, que exige al mismo tiempo
capacidad y apropiación a nivel nacional y requiere grandes esfuerzos en
el caso de muchos de los Miembros que se encuentran en ese proceso. Sin
embargo, considero que puede ser importante dedicar más esfuerzo y más
atención política a las adhesiones, en particular por lo que respecta a
las de los PMA. Por mi parte también tengo el propósito de hacerlo en
cuanto sea necesario.
Pasando a nuestros interlocutores externos - ONG, parlamentos,
profesionales, miembros del mundo académico, empresas - es necesario
también reforzar la cooperación y aumentar la transparencia.
En el transcurso de los cuatro últimos años nos hemos esforzado por
intensificar nuestra relación con la sociedad civil. Hemos puesto en
marcha un proyecto piloto de acreditación de ONG locales para facilitar
su acceso a las instalaciones de la OMC durante las conferencias
ministeriales y las reuniones del Comité de Negociaciones Comerciales y
del Consejo General. Hemos reforzado la presencia de la sociedad civil
en los aspectos organizativos del Foro Público de la OMC, confiándole la
tarea de dar forma al Foro. Por mi parte, he mantenido frecuentes
contactos con las ONG en Ginebra y durante mis viajes, reconociendo su
contribución a nuestro trabajo.
Hemos utilizado mejor nuestro sitio Web y los medios de difusión
electrónicos mediante retransmisiones en la Red. Hemos reforzado nuestra
comunicación con el mundo académico, particularmente en los países en
desarrollo. Esta misma semana se ha establecido el Premio OMC de Ensayo
para Jóvenes Economistas.
Pero hemos de hacer todavía más. En las consultas que he mantenido con
la sociedad civil antes de esta reunión se expusieron algunas ideas,
tales como promover una mayor apertura de nuestros Exámenes de las
Políticas Comerciales o una mayor participación de la sociedad civil
sobre el terreno durante las misiones de asistencia técnica de la OMC.
Son ideas dignas de que las estudiemos conjuntamente.
A mi juicio, habría que conceder especial atención a los parlamentarios
y sus asistentes, que, en definitiva, juegan un papel fundamental en la
decisión sobre los acuerdos y la adopción de leyes compatibles con las
normas de la OMC.
No obstante, la comunicación con el público es nuestro mayor problema de
proyección exterior. La OMC goza de gran notoriedad, pero de escasa
popularidad, aunque esta situación está cambiando, especialmente en los
países en desarrollo. La complejidad de la OMC hace difícil su fácil
uso. Comunicar acerca de la OMC es como informar a la gente de que “Lord
Jones ha muerto cuando ni siquiera sabían que estaba vivo”. La
complejidad de la OMC resulta una desventaja y esto merece una reflexión
seria. Debemos buscar la manera de establecer una comunicación más
fluida.
Hemos mejorado el sitio Web de la OMC, que está muy bien valorado por
los internautas, pero podemos hacer más utilizando los tres idiomas.
En resumen, hemos de cambiar de marcha. La clásica asimetría de la
política sobre el comercio — los que resultan beneficiados son una
mayoría silenciosa y los perjudicados son la minoría que hace oír su voz
— significa que la carga de la prueba recae sobre nosotros. Nos
corresponde demostrar las ventajas de la apertura de los mercados y de
una mejor reglamentación. Necesitamos que los medios de comunicación
proyecten una imagen más favorable de la OMC. La percepción de la
opinión pública sigue siendo excesivamente limitada, especialmente fuera
del mundo de habla inglesa. Es necesario un mayor contacto con los
medios de comunicación nacionales y regionales, pero ésta es una tarea
que la Secretaría de la OMC no puede hacer sola; debemos trabajar
conjuntamente.
Una Secretaría al servicio de los Miembros
Permítanme referirme ahora a la Secretaría. Es pequeña pero hermosa. Es
comparativamente pequeña de tamaño, lo que le permite adaptarse
rápidamente a las variaciones de las prioridades, del volumen de trabajo
y de las tareas. Es hermosa porque está llena de mentes brillantes,
profesionales eficientes y funcionarios de apoyo dedicados con gran
entrega al servicio de ustedes.
Mi objetivo general, como jefe de la Secretaría, es mejorar su capacidad
para prestar apoyo a los Miembros. Para ello es necesario continuar
modernizando la Secretaría manteniendo su frugalidad. Las modificaciones
de la Versión 3 han aumentado la productividad, y continuarán
haciéndolo.
En cuanto a la contratación, seguiré ateniéndome a los principios de
competencia profesional, mérito y diversidad. En los cuatro últimos
años, y a pesar del movimiento muy limitado de personal, hemos aumentado
el número de nacionalidades representadas entre nuestros funcionarios,
añadiendo ocho nuevas de países en desarrollo y menos adelantados. El 60
por ciento de los funcionarios contratados que comienzan su carrera
procede de países en desarrollo y PMA. La mitad de ellos han seguido uno
de nuestros programas de pasantías. Dos tercios de nuestras pasantías se
han destinado a profesionales de países en desarrollo y PMA.
Pero debemos hacer más en cuanto a ampliar la diversidad, especialmente
en lo que concierne a la integración de las cuestiones de género, así
como a la mejora de nuestras pasantías para profesionales jóvenes, como
han sugerido algunos de ustedes, especialmente de países en desarrollo y
PMA. Seguiré impulsando ese objetivo.
Nos hemos esforzado en hacer de la OMC una organización más respetuosa
con el medio ambiente elaborando un plan interno para reducir las
emisiones. A este respecto, creo que podemos trabajar juntos para
recurrir en grado mayor a medios tecnológicos y reducir el material
impreso que se envía a las delegaciones. Por lo que se refiere a la
Secretaría, mi intención es lograr una Secretaría sin soporte de papel
para 2012.
En cuanto al edificio, nuestro objetivo es mantener los costos de la
renovación dentro de los límites acordados por los Miembros. Las obras
de renovación han comenzado ya en el ala sur, habiéndose fijado el otoño
de 2012 para la terminación total de las obras. Para entonces habremos
renovado el Centro William Rappard y construido su ampliación en el
actual aparcamiento de la zona sur, por supuesto siempre que lo permitan
las circunstancias políticas locales. uento con el apoyo y la
reconocida capacidad de movilización de todos ustedes para llevar a cabo
una campaña local tan importante!
Las obras causarán inevitables molestias, que nos esforzaremos por
reducir al mínimo. También habrá dificultades de aparcamiento, a pesar
de que la Secretaría ha dejado libres prácticamente todas las plazas
existentes en el predio para que ustedes las utilicen. Cuento de
antemano con su comprensión por las molestias que puedan producirse
durante el período de renovación y construcción.
También con respecto a la Secretaría, creo que hemos de reforzar sus
servicios, su apoyo y su capacidad de análisis. Esto vale para todos los
aspectos que he identificado como susceptibles de mejora.
No podremos mejorar nuestro trabajo si no aumentamos considerablemente
nuestra capacidad de investigación, análisis y difusión. Es necesario
que continuemos trabajando en nuestras bases de datos, por lo que
respecta a su acceso y su funcionamiento en enlace. Pero no basta con
elaborar y publicar datos. Tenemos que poder analizarlos y compartirlos
mejor. La OMC debe llegar a ser un centro de referencia en cuanto a
conocimientos sobre el comercio, es decir, en cuanto al análisis de
datos y estadísticas mundiales sobre política comercial. Es necesario
que pasemos de la obtención a la interpretación, de las meras cifras al
análisis de la información comercial. Y, también en este caso, la
cuestión es fundamental en todas las esferas: negociaciones, vigilancia,
solución de diferencias, cooperación técnica y proyección exterior.
Además, debemos continuar funcionando como un radar frontal con respecto
a las cuestiones comerciales, pero de manera más sistemática. Debemos
estar plenamente informados de los nuevos problemas y examinar los
obstáculos al comercio que podrían surgir en el futuro, conocer
perfectamente los factores que configuran el comercio mundial, para
continuar prestando a ustedes los mejores servicios. Para ello es
necesario establecer redes eficaces, y por consiguiente una base más
firme en la OMC, a fin de poder ofrecer a los Miembros simulaciones,
cuantificaciones, hipótesis y alternativas.
Los cambios introducidos hasta ahora en la Secretaría han aumentado
nuestra eficiencia, pero estamos trabajando casi al límite de nuestra
capacidad. Para poder mejorar aún más los servicios que les prestamos,
para poder responder a las peticiones de trabajos analíticos, será
necesario que aumentemos nuestros recursos. Será preciso fortalecer el
personal con un mayor número de economistas, juristas y especialistas en
comunicación. Hay posibilidades de redistribución, que continuaré
aprovechando. Pero mi impresión es que no bastará con eso.
Mi posición con respecto al presupuesto es muy sencilla: el presupuesto
es una previsión y no una autorización para gastar. Si queda dinero, lo
devolvemos: lo hemos hecho. Y la introducción de un presupuesto basado
en las actividades nos hará más responsables ante ustedes. Tendremos
ocasión de debatir este punto en relación con nuestro próximo
presupuesto bienal. Cuento con el apoyo de ustedes a tal efecto.
Una cuestión que suscita especial preocupación es la situación actual
del plan de pensiones del personal de la OMC. Como ustedes saben, este
plan es responsabilidad colectiva de los funcionarios y los Miembros de
la OMC. Aparte de la repercusión negativa que la crisis ha tenido en él,
el plan se resiente de un déficit actuarial que debe ser afrontado
urgentemente. Confío en que los Miembros prestarán la debida atención a
que este problema se resuelva en breve.
Y, hablando de asuntos presupuestarios, me preocupa la cuestión de los
atrasos, en particular los de nuestros Miembros más pobres. Hemos de
reflexionar sobre cómo podrían comenzar desde cero. Otro motivo de
preocupación es el aumento de los fondos fiduciarios, que entrañan un
costoso trabajo administrativo. Hemos de estudiar si existe la
posibilidad de integrar en el presupuesto ordinario al menos algunas de
las actividades actualmente sufragadas con cargo a fondos fiduciarios.
Permítanme concluir abordando la cuestión de las reuniones ministeriales
de la OMC, que muchos de ustedes han planteado durante nuestras
consultas. Hemos de restar dramatismo a las reuniones ministeriales,
hacer de ellas un proceso más normal, en el que se examinen las
actividades de la OMC en todos los ámbitos, para determinar el grado de
satisfacción de los Miembros con la marcha de esas actividades y tratar
las cuestiones prioritarias a nivel político. No hemos celebrado ninguna
reunión ministerial desde 2005, y a mi juicio no debería concluir el año
2009 sin que la celebremos. Una cosa es una reunión ministerial
ordinaria, y otra cosa es la participación de los Ministros en las
negociaciones. No debemos confundirlas.
En conclusión, Sr. Presidente, la OMC no está necesitada de cambios
radicales. No hace falta ninguna reorganización profunda del sistema; se
trata más bien de una larga lista de medidas concretas para reforzar el
sistema comercial mundial. Estoy dispuesto a contribuir a ayudar a los
Miembros a alcanzar los objetivos de esta Organización. La OMC, como un
organismo vivo, debe continuar aumentando su capacidad para reaccionar
rápidamente ante los desafíos mundiales, como los que plantea la crisis
actual, y para contribuir a darles solución.
El fortalecimiento del sistema multilateral de comercio, especialmente
mediante la conclusión de la Ronda de Doha, debe ser la estrella que nos
guíe. En la constelación de la gobernanza mundial, trabajemos codo con
codo para que la estrella OMC brille cada vez con mayor fulgor.
Muchas gracias, Sr. Presidente.
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