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I. AGRADECIMIENTOS
Permítanme ante todo expresar mi agradecimiento a la Comisión Europea, que financia este interesante proyecto en el que se examinan la globalización y sus consecuencias a nivel industrial. Deseo asimismo expresar mi agradecimiento a la Universidad de Groningen, que dirige el proyecto, y aprovecho la ocasión para rendir homenaje al Profesor Angus Maddison, eminente economista y estadístico, fallecido el 24 de abril con algo más de 80 años y cofundador del Centro de Crecimiento de Groningen.
II. INTRODUCCIÓN
Como muchos de ustedes estarán pensando, puede
parecer extraño que un abogado haga un discurso sobre el análisis
insumo-producto y sus aplicaciones al comercio. A decir verdad, mi
esposa —que es economista y económetra— expresó las mismas dudas cuando
le dije que el Director General de la OMC, Pascal Lamy, me había pedido
que le sustituyera para abrir esta conferencia. Tampoco me sentía cómodo
con la tarea, pues sabía que nuestro Director General era un entusiasta
de la utilización del análisis insumo-producto a nivel internacional
para facilitar la comprensión del comercio moderno, y que nuestro
departamento de estadística llevaba tiempo trabajando en este campo,
pero tenía la impresión de que esta esfera era competencia de
economistas o estadísticos.
No obstante, me puse manos a la obra y rápidamente me di cuenta de que
originalmente, la relación insumo-producto sí era cosa nuestra, es
decir, de los estudiantes de letras, y no de los economistas o los
estadísticos. De hecho, la noción de interdependencia productiva de una
economía se remonta a Sir William Petty, un médico inglés del siglo XVII,
especialista en anatomía. Y fue otro médico, François Quesnay, el que en
su famoso Tableau Economique desarrolló y formalizó la teoría de Petty.
Ahora que sé que quienes hicieron ese descubrimiento eran médicos, me
siento más cómodo, como abogado, para decir unas palabras sobre este
tema, sobre todo, porque soy abogado mercantilista y nuestros dos
médicos, Petty y Quesnay, también estuvieron vinculados a dos corrientes
del pensamiento económico y político que han configurado las políticas
comerciales desde entonces: el mercantilismo y la fisiocracia.
Petty fue discípulo del filósofo Thomas Hobbes y después destacó entre
los mercantilistas, que defendían la intervención activa del Estado en
la economía, así como el proteccionismo comercial para generar
excedentes y acumular reservas de oro. En cambio, el fisiócrata Quesnay
tenía más fe en la naturaleza humana y propugnaba la mínima injerencia
del gobierno en la economía, preconizando una política de “laissez-faire
les hommes, laissez passer les merchandises”.
Veremos que esta controversia entre mercantilistas y fisiócratas sigue
siendo pertinente hoy en día y que el análisis internacional
insumo-producto, impulsado por el proyecto de la Base de datos mundial
de insumos-productos (WIOD), puede ayudarnos a comprender mejor sus
repercusiones en el comercio, el crecimiento económico y el desarrollo.
Podemos incluso vincular la reciente evolución de la economía mundial a
teorías mucho más antiguas que el mercantilismo o la fisiocracia. La
nueva economía mundial, que hizo su aparición en el decenio de 1980,
resucitó una teoría de principios de la Edad Media: según el autor
estadounidense Tom Freidman, la Tierra es plana cuando se mira a través
de los nuevos conceptos globales.
III. UN MUNDO MÁS PLANO
A mi modo de ver, la idea fundamental en que
se basa el proyecto de WIOD concuerda con esta nueva idea de un mundo
más plano en que las fronteras y las distancias tradicionales están
desapareciendo. La fecha exacta en que comenzó el aplanamiento de la
Tierra sigue siendo objeto de controversia. Permítanme que les proponga
unas pocas fechas para definir los hitos.
La “adecuación mundial” entre la demanda masiva de bienes de consumo en
Occidente y el aumento de la capacidad manufacturera en Asia Oriental
comenzó a principios del decenio de 1960 y dio lugar a la aparición de
las nuevas economías industrializadas, como Corea o el Taipei Chino,
además del Japón.
En los Estados Unidos, las importaciones de bienes manufacturados en
Asia Oriental pronto se volvieron fundamentales en la estrategia de
comercialización masiva de los minoristas estadounidenses. Desde la
perspectiva de la expansión industrial de Asia, las exportaciones
destinadas a los Estados Unidos eran el pilar de la estrategia de
industrialización. Ahora bien, estas redes de suministro que surgieron
aún se limitaban a un número reducido de interlocutores.
Desde una perspectiva verdaderamente global, podríamos decir que el
“aplanamiento de la Tierra” se remonta a enero de 1979, fecha en que
tuvo lugar la histórica visita de acercamiento realizada por Deng
Xiaoping a los Estados Unidos, visita que marcó el principio del fin de
la época de bloques separados propia del período posterior a la segunda
guerra mundial, así como el retorno de China al mercado internacional, a
través de un largo proceso de reforma e industrialización.
Diez años después, en 1989, dos hechos áltamente simbólicos cimentaron
el nuevo orden mundial: la caída del muro de Berlín, que puso fin al
proceso político iniciado con la visita de Xiaoping, y la iniciativa de
bonos Brady, con la que se cerró la crisis internacional de la deuda del
decenio de 1980, en la que se vieron inmersos muchos países en
desarrollo, en particular de América Latina.
Entretanto, China había ido adoptando una economía más abierta y se
estaba convirtiendo poco a poco en una potencia industrial mundial. Este
proceso fue reconocido internacionalmente en 2001, cuando China se
adhirió a la OMC, sucesora del GATT.
La política o la economía por sí solas no hubieran podido aplanar el
mundo. Eso también fue resultado de los cambios en las tecnologías del
transporte y las comunicaciones, en particular la revolución
informática, que transformaron la forma en que las personas, las
máquinas y las organizaciones intercambian ideas y se comunican.
El símbolo más emblemático de la nueva interconectividad es
indudablemente Internet. El nacimiento del Internet “moderno” se puede
situar a principios del decenio de 1990. Su éxito fue tal que en enero
de 1992 se creó la sociedad de Internet para regular su crecimiento.
Los cambios en la gobernanza mundial y la tecnología también propiciaron
un cambio en la forma de dirigir las empresas modernas, con enormes
consecuencias para el comercio internacional. Aquí es donde la OMC hace
su entrada.
A. DE RICARDO A LAS CADENAS MUNDIALES DE SUMINISTRO Y EL COMERCIO DE TAREAS
Cuando el mundo era redondo, la teoría de la
ventaja comparativa de Ricardo era la que mejor representaba la vieja
forma de entender la economía internacional. Los países intercambiaban
las mercancías en las que tenían una ventaja comparativa. Inglaterra
producía textiles y los intercambiaba por vino de Portugal. Con alguna
adaptación, este modelo rigió la forma en que los economistas entendían
el comercio internacional hasta finales del decenio de 1990.
Mientras tanto, como resultado de los adelantos en las esferas de la
tecnología, la ingeniería y la administración de empresas, iban
apareciendo nuevos modelos empresariales. La producción de bienes
finales comenzó a fragmentarse en varias etapas, algunas de las cuales
se contrataban con países muy alejados del país de origen. Cada vez más,
el viejo concepto de “país de origen” fue perdiendo su significado.
Hoy en día, en el comercio internacional de manufacturas, lo que vemos
ya no se corresponde con la realidad: la etiqueta “fabricado en ...”
puede ser engañosa. Veamos, por ejemplo, el nuevo invento de Apple, el
iPad. Según un informe reciente, en los Estados Unidos el costo de un
iPad de gama media importado de China es de unos 290 dólares. Ahora
bien, el contenido chino sólo representa el 5 por ciento del valor
comercial registrado por la aduana, mientras que la mayoría del
contenido electrónico procede de hecho de Corea del Sur, el Japón y los
Estados Unidos, y las baterías han sido fabricadas en Hong Kong, China
por una empresa japonesa.
Los productos electrónicos de consumo no son el único ejemplo de
mundialización de la manufactura: en el caso del primer Airbus 380, que
despegó de la ciudad de Toulouse, Francia, rumbo a su destino final de
exportación en Singapur, las alas se habían fabricado en el Reino Unido
y en España, mientras que la mayor parte de la cabina y el fuselaje se
habían fabricado en Alemania. Incluso se podría impugnar el origen
“europeo” de Airbus Industrie, dado que los motores eran de fabricación
estadounidense y la compañía tiene más de 1.500 proveedores en 27
países.
Incluso símbolos de prestigio como los “coches alemanes” son más
mundiales que alemanes: más del 35 por ciento de los componentes del
Porsche Cayenne montado en Leipzig proceden de proveedores extranjeros.
En este modelo “post-ricardiano” del comercio internacional, la
especialización ya no depende del equilibrio global de la ventaja
comparativa para producir un producto final. Inglaterra ha dejado de
intercambiar textiles por vino de Portugal. En el actual mundo plano, la
ventaja comparativa depende de cada etapa específica de la cadena de
valor mundial que dará lugar, al final de la cadena, a la producción del
producto final.
Este cambio de paradigma del comercio de mercancías al comercio de
tareas exige un cambio en las herramientas analíticas y estadísticas que
utilizamos para medir y comprender el mundo real.
B. CONSECUENCIAS DE LAS CADENAS MUNDIALES DE SUMINISTRO EN LAS ESTADÍSTICAS COMERCIALES
El comercio de tareas exige una nueva medida
del comercio internacional: el contenido de valor añadido o contenido
nacional del comercio. Volviendo a uno de mis ejemplos, si queremos
asignar a cada país de origen el valor añadido incorporado en un iPad
importado por los Estados Unidos, debemos ser capaces de medir los
elementos procedentes de China, el Japón o Corea, y, por supuesto, de
los Estados Unidos.
Ante la necesidad de adaptar el sistema estadístico, las organizaciones
nacionales e internacionales de estadística tienen dos opciones:
El enfoque directo, que examina los detalles de la fabricación y
desenreda el origen y el valor de los insumos, como se ha hecho en el
estudio del iPod y del Porsche Cayenne; son casos ilustrativos, pero no
siempre representativos. En Eurostat y la OCDE también hay programas
ambiciosos que tienen por objeto vincular las estadísticas comerciales y
las estadísticas empresariales a nivel de empresa, pero para ello se
requiere una recopilación muy intensiva de microdatos que queda
reservada a los sistemas estadísticos más desarrollados.
La OMC optó por un enfoque indirecto que se puede hacer extensivo
a muchos países y que consiste en adaptar los datos existentes sobre el
comercio y las cuentas nacionales, extraídos por lo general de
estadísticas oficiales. No quiero entrar en detalles técnicos que serán
examinados durante esta conferencia por verdaderos expertos, no como yo.
Me limitaré a decir que este método consiste en armonizar un conjunto de
cuadros sobre la oferta y la demanda de cada uno de los interlocutores
comerciales y vincular esos cuadros nacionales a través de las
corrientes comerciales sectoriales.
El año pasado la OMC, en colaboración con el Instituto de Desarrollo
Económico del Japón, emprendió un estudio piloto que se centraba en las
economías de Asia. Pese a la importancia de las matrices de
insumo-producto, este proyecto piloto sigue teniendo un alcance limitado
y seguimos a la espera de una base de datos mundial para generalizar
nuestras conclusiones. Afortunadamente, el proyecto de Base de datos
mundial de insumos-productos está colmando esas lagunas.
Estoy aquí para dar mi apoyo a la iniciativa de WIOD y señalar algunas
de las repercusiones de política que prevemos como resultado de una
mejor compresión de la economía internacional.
Antes de dar algunos ejemplos de las repercusiones estadísticas para la
política comercial y la economía internacional, me gustaría establecer
un paralelismo entre la Gran Depresión de los años treinta, que dio
lugar a la creación de las cuentas nacionales modernas, y lo que estamos
viviendo en la actualidad, después de la crisis económica de 2008-2009.
Las cuentas nacionales se instituyeron en el período posterior a la
segunda guerra mundial para ayudar a los gobiernos a comprender mejor su
economía nacional y evitar que se repitiera el desastre de la crisis de
1929. Como el Estado-nación era el actor clave en aquellos años de
reconstrucción y la mayoría de las empresas eran estrictamente
nacionales, los analistas concibieron el método de identificar el
aspecto territorial de cada Estado-nación, estableciendo una clara
separación entre residentes y no residentes, entre lo interno y el resto
del mundo, entre “nosotros” y “ellos”.
Hoy en día, después de la gran recesión de 2008-2009, las instancias
decisorias necesitan un instrumento similar para vincular su economía
nacional al contexto mundial. En la actualidad, esas instancias
necesitan disponer de los instrumentos adecuados para hacer lo mismo en
un mundo globalizado, en el que una ligera variación de las existencias
en algún punto remoto de la cadena internacional de suministro puede
provocar grandes variaciones en la producción de fábrica en el país de
origen.
Esta interconexión de los datos sobre la oferta y la demanda internas a
través de las fronteras nacionales crea un conjunto muy tupido de
disposiciones de producción, comerciales, financieras y contractuales,
que está cambiando rápidamente la forma en que interactúa la economía
internacional y que hace que muchas de las clasificaciones analíticas
anteriores, como la de “país de origen”, pasen a ser obsoletas o
irrelevantes. La mundialización de la manufactura modifica incluso la
distinción que se hacía en el período posterior a la segunda guerra
mundial entre economías industrializadas y en desarrollo. Este cambio de
paradigma acaba por difuminar las fronteras nacionales, que servían para
distinguir entre “nosotros” y “ellos”.
No obstante, aunque las instancias decisorias cada vez están más
preocupadas por este aumento de la interconexión de las economías
nacionales, siguen no teniendo los instrumentos estadísticos adecuados
para medir y supervisar con exactitud esta interconexión. Es ahí donde
iniciativas como la del proyecto de la WIOD pueden ayudarles a
comprender mejor el nuevo mundo plano.
En el resto de mi intervención señalaré algunas de las repercusiones que
la red mundial de comercio y fabricación tiene en nuestra comprensión de
la economía internacional.
C. REPERCUSIONES DE LAS CADENAS MUNDIALES DE SUMINISTRO PARA LA COMPRENSIÓN DE LA ECONOMÍA INTERNACIONAL
1. Reconsideración de la política comercial
Cuando distinguir entre los residentes y el
resto del mundo, por utilizar un concepto de contabilidad nacional, se
hace difícil, también se hace mucho más difícil elaborar una política
económica puramente nacional, como hemos visto durante la reciente
crisis.
He dicho que la OMC colabora con el Instituto de Desarrollo Económico (IDE-JETRO)
en la utilización de matrices de insumo-producto para medir el comercio
en términos de valor añadido. En una publicación reciente titulada “Asia
Beyond the Crisis”, este centro de investigación japonés indica
claramente que, frente a esos complejos sistemas de producción
mundializada, las medidas para luchar contra la crisis no deben
consistir en aislar a las economías nacionales con medidas
proteccionistas. La nueva economía comercial y manufacturera global
requiere la elaboración de programas sistémicos y transnacionales,
coordinados a nivel mundial. El liderazgo asumido por el G-20 al
organizar una respuesta coordinada a la crisis es un ejemplo de esas
respuestas mundiales a los problemas mundiales.
En otras palabras, también hay que adaptar la elaboración de las
políticas nacionales. Las viejas políticas “mercantilistas”, basadas en
la visión de que el comercio es una competencia entre “nosotros” y
“ellos”, no sólo distan de ser óptimas (aunque tampoco solían serlo,
incluso cuando el mundo era redondo), sino que son un anacronismo total
en nuestro nuevo mundo más plano.
Comprender que el comercio no es un juego de suma cero entre “nosotros”
y “ellos” tiene importantes repercusiones en la política y las
negociaciones comerciales. Por ejemplo, el Canadá anunció recientemente
que había eliminado los derechos de aduana respecto de los insumos y la
maquinaria de fabricación. Explicó que actuaba así no sólo porque estaba
decidido a mantener los mercados abiertos a fin de contribuir a la
recuperación de la economía mundial después de la crisis, sino también
porque con esa medida unilateral contribuiría a aumentar la
competitividad de las empresas canadienses.
A la inversa, la tentación de “comprar o contratar a nivel nacional para
ayudar a las empresas y a los trabajadores nacionales” es
contraproducente, ya que acaba por perjudicar la productividad y la
competitividad de la economía productiva nacional y, a la larga, se
destruyen puestos de trabajo, en particular los más productivos y mejor
remunerados.
No obstante, sabemos que en tiempos de crisis la presión de la opinión
pública puede llevarnos a tomar un camino equivocado. Como no hay
estadísticas objetivas que demuestren la interconectividad del sistema
moderno de producción, es de temer que entre los remedios más populares
siga habiendo políticas equivocadas y obsoletas.
Una de mis versiones preferidas de la ley de Murphy es la de que todo
problema complejo tiene una solución sencilla, fácil de comprender y de
explicar, pero totalmente equivocada. Además de proporcionar a los
expertos las herramientas estadísticas necesarias para comprender la
economía comercial y manufacturera global, también espero que el
proyecto de la WIOD responda a esta ley de Murphy y facilite a los
medios de comunicación y otros líderes de opinión información fáctica,
pero fácil de comprender, sobre estas complejas cuestiones.
2. Consecuencias macroeconómicas: Reequilibrio de la economía mundial
Para ilustrar la utilidad de las nuevas
estadísticas mundiales que pueden obtenerse interconectando las cuentas
nacionales de producción y financieras, deseo referirme a una de las
cuestiones más debatidas por los economistas hoy en día: el reequilibrio
de la economía mundial.
A menudo se achaca la crisis de los años 2008-2009 a los grandes
desequilibrios acumulados en el decenio de 2000. La mayoría de los
analistas destacan el enorme desequilibrio bilateral existente entre la
actual superpotencia, los Estados Unidos, y el nuevo fabricante mundial,
China.
Ahora bien, las estadísticas comerciales convencionales nos dan un
panorama distorsionado de los desequilibrios comerciales entre los
países. Como vimos al examinar el contenido chino del iPad, lo que
importa no son los desequilibrios medidos por el valor bruto de las
exportaciones y las importaciones, sino la cantidad de valor añadido que
se incorpora en las corrientes. Según estimaciones de la OMC, basadas en
datos del Instituto de Economías en Desarrollo (IDE-JETRO), el 80 por
ciento del valor de los bienes exportados por los Estados Unidos tenían
un contenido nacional. Las cifras comparables eran 77 por ciento para el
Japón, 56 por ciento para Corea y alrededor del 50 por ciento para
Malasia y el Taipei Chino, lo que significa que la mitad del valor
exportado por esos países provenía de otros países.
Si utilizáramos estadísticas comerciales convencionales sobrestimaríamos
el déficit bilateral de los Estados Unidos con China en alrededor de un
30 por ciento con respecto a la cifra correspondiente si se mide el
contenido de valor añadido sobre la base de matrices de insumo-producto.
Las cifras oficiales del déficit bilateral se reducirían un 50 por
ciento si se tuviera plenamente en cuenta la actividad de reexportación
de las zonas francas industriales de China y Hong Kong, China. Del mismo
modo, si se mide en términos de contenido de valor añadido nacional, el
déficit bilateral de los Estados Unidos con Corea o el Japón, que son
los principales suministradores de los componentes electrónicos del iPad
que usamos como ejemplo, aumentaría proporcionalmente a la reducción del
déficit de los Estados Unidos con China.
Esto también significa que las políticas cambiarias tradicionales no
ayudarán a corregir los aparentes desequilibrios bilaterales. Si el
valor añadido de las exportaciones de China a los Estados Unidos fuera
sólo la mitad de su valor comercial, una apreciación del yuan chino sólo
aumentaría el costo de los productos chinos a la mitad de la tasa de
apreciación. En el caso de los productos electrónicos de consumo, esa
repercusión sería aún menor y el precio pagado por los importadores sólo
reflejaría un 20 por ciento de la variación del tipo de cambio.
Esto demuestra que, como dijo recientemente el Director General Pascal
Lamy en la Escuela de Economía de París, es hora de que empecemos a
medir el comercio en términos del valor añadido, y no del valor bruto,
como se hace actualmente.
IV. CONCLUSIONES
Todas las crisis ponen de manifiesto nuevos
problemas y exigen nuevos instrumentos de política. La depresión de 1929
dio lugar a la creación de la versión moderna de las cuentas nacionales
que nuestros antecesores mercantilistas y fisiócratas habían imaginado
hace siglos.
Las cuentas nacionales reflejaban una visión del mundo según se tratara
de residentes o de no residentes. Ahora bien, el mundo de hoy, que se
caracteriza por la producción industrial, está dominado por la
mundialización de la manufactura, en que el comercio internacional asume
la función que solían desempeñar las conexiones entre ciudades en el
siglo XIX y a principios del XX. Esta interrelación entre la oferta y la
demanda internas trasciende las fronteras nacionales para crear una
tupida red de acuerdos contractuales de suministro y de consumo. La
mundialización de la manufactura está cambiando rápidamente la forma en
que interactúa la economía internacional, borrando las diferencias entre
la visión que tienen del mundo los residentes y los no residentes,
diferencias que se consideraron primordiales al concebir las cuentas
nacionales.
Los objetivos del proyecto de la WIOD son ambiciosos, pero responden a
la urgente necesidad de ofrecer una versión internacional de las cuentas
nacionales que promovieron los fisiócratas pioneros del siglo XVIII. En
la OMC estamos esperando los resultados de este proyecto para conocer el
contenido del comercio internacional correspondiente al valor añadido
nacional. Al ofrecer unas estadísticas sobre el comercio internacional
nuevas y más precisas, lo que pretendemos es ayudar a los encargados de
formular políticas y los negociadores comerciales a concebir estrategias
empíricas que redunden en beneficio de sus ciudadanos.
Como la OCDE, organización para la que se concibió inicialmente el
proyecto, es de lejos el principal agente comercial de la economía
mundial, los beneficios de este proyecto se extenderán mucho más allá
del club de los países ricos y prósperos, al que mi propio país, Chile,
acaba de unirse. Como dije en mi exposición, la mundialización de la
manufactura no sólo ha disipado la distinción entre “nosotros” y
“ellos”, entre “los residentes” y “el resto del mundo”, sino que también
ha borrado las diferencias que se establecieron después de la segunda
guerra mundial entre las economías industrializadas y los países en
desarrollo, entre “el centro y la periferia”. Prebish ha muerto, se
lamentaría un economista estructuralista, y la antigua división entre
Norte y Sur, apreciada por tantos economistas radicales del desarrollo,
está cediendo el paso a una nueva bipolarización entre Este y Oeste, en
la que los nuevos modos de producción internacional se traducen en
nuevas instituciones políticas internacionales.
Frente a este nuevo reto debemos adoptar nuevas perspectivas. La
gobernanza de este nuevo orden institucional que se ha instaurado exige
un cambio en el funcionamiento de las organizaciones nacionales e
internacionales. También exige que se renueve el actual sistema de
estadísticas a fin de ofrecer a los encargados de formular políticas las
estadísticas que necesitan para ejercer sus nuevas responsabilidades. Sé
que en última instancia el objetivo del proyecto de la WIOD es apoyar el
análisis de algunas cuestiones mundiales relacionadas con la
mundialización de la manufactura, como el medio ambiente. Ya he dicho
que, también ayudará a la OMC a comprender mejor la relación entre el
comercio internacional y el contenido de valor nacional y, en última
instancia, la creación de empleo. Esperemos que este proyecto ayude al
Norte, el Sur, el Este y el Oeste a darse cuenta de que forman parte de
la misma brújula y a que están condenados a compartir el mismo planeta.
Permítanme concluir deseando a todos los participantes un fructífero
seminario en esta bella ciudad de Viena.
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