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PRESS/97
17 de marzo de 1998
El pr髕imo desaf韔: Desarrollo mundial sostenible para el siglo XXI
Se adjunta el texto del discurso pronunciado en el d韆 de hoy (17 de marzo de 1998) por el Sr. Renato Ruggiero, Director General de la OMC, en Ginebra con ocasi髇 del Simposio de la OMC titulado Fomentar las complementariedades entre el comercio, el medio ambiente y el desarrollo sostenible.
Agradezco igualmente a los Pa韘es Bajos, la Uni髇 Europea, Noruega, Dinamarca, el Jap髇, el Canad?y Australia su contribuci髇 financiera a este Simposio. Mi agradecimiento va tambi閚 al Centro Internacional de Comercio y Desarrollo Sostenible por el apoyo financiero y administrativo prestado. Hemos sido extremadamente afortunados a la hora de atraer expertos de las organizaciones especializadas en cuestiones de desarrollo, medio ambiente y econom韆 y me complace que sean tantas las figuras destacadas, tanto de los pa韘es en desarrollo como de los pa韘es desarrollados, que han acudido aqu? a Ginebra para intercambiar sus puntos de vista sobre esta cuesti髇.
Parece particularmente apropiado que nuestra reuni髇 tenga lugar en esta sala, la nueva sala del Consejo General de la OMC, porque aqu?es donde el programa comercial del futuro empezar?a tomar forma. La relaci髇 entre el comercio y el medio ambiente constituir?un importante tel髇 de fondo de este proceso y por esta raz髇 espero que durante los pr髕imos dos d韆s se d?un di醠ogo abierto y constructivo. S?que se manifestar醤 diferencias de opini髇, pero tambi閚 estoy persuadido de que hoy nos hemos reunido aqu?porque compartimos la misma convicci髇: la de que trabajando juntos podremos alcanzar mejor el objetivo que compartimos en materia de desarrollo sostenible.
Se駉ras y se駉res. A medida que nos acercamos al final del presente siglo, uno de los principales desaf韔s del pr髕imo es ya evidente: c髆o compaginar las necesidades del planeta con la necesidad de incluir a miles de millones de personas en la econom韆 mundial. Hace s髄o un decenio, muchos habr韆n considerado que ambos objetivos eran incompatibles. El debate ambiental estaba fuertemente influenciado por las teor韆s de los l韒ites del crecimiento y eran muchos los que consideraban que la mundializaci髇 del comercio y la inversi髇 ser韆n una de las principales amenazas para el planeta. Al mismo tiempo muchos empresarios y funcionarios gubernamentales consideraron que el programa ambiental era freno del desarrollo econ髆ico y un obst醕ulo para un desarrollo mayor a escala mundial. Sin embargo en los a駉s recientes ha habido signos positivos de que afortunadamente esta fractura ideol骻ica se est? cerrando. En su lugar est?emergiendo un nuevo consenso, en el sentido de que la liberalizaci髇 comercial y la protecci髇 ambiental no s髄o constituyen dos metas compatibles sino que deben ser las dos facetas de la misma estrategia para lograr un desarrollo sostenible a escala mundial.
Hoy deseo formular tres afirmaciones generales acerca del camino que se abre ante nosotros. En primer lugar, la liberalizaci髇 del comercio es una aliada poderosa del desarrollo sostenible y la sinergia de ambos deber韆 renovarse y revitalizarse en el Comit?de Comercio Medio Ambiente. En segundo lugar, el medio ambiente sostenible es igualmente fundamental para el futuro de la econom韆 internacional y la soluci髇 de los desaf韔s ambientales mundiales estriba en lograr acuerdos en materia de medio ambiente a escala mundial. Nada hay en la OMC que se oponga a dichos acuerdos. Por el contrario, la OMC tiene inter閟 en tender un puente efectivo hacia el programa ambiental, cuando menos porque la falta de una estrategia coherente afectar?tanto al sistema de comercio mundial como al medio ambiente mundial. Lo cual me conduce a la tercera afirmaci髇: la mundializaci髇 nos est? impulsando a todos a desarrollar una arquitectura internacional que gestione los v韓culos no s髄o entre comercio y medio ambiente, sino tambi閚 entre las dem醩 pol韙icas que actualmente rebasan fronteras y jurisdicciones. La forma en que configuremos esa arquitectura determinar?en gran medida el modo en que haremos frente a los desaf韔s y a las oportunidades de esta nueva era mundial.
La relaci髇 entre el comercio abierto y el desarrollo sostenible se reflej?por primera vez en la labor pionera de la Comisi髇 Brundtland y m醩 tarde en la Declaraci髇 de R韔 de 1992. En ambos casos se lleg?a la conclusi髇 esencial de que la liberalizaci髇 del comercio es un poderoso motor de crecimiento econ髆ico y de que el crecimiento es vital para establecer las condiciones que propician los progresos en la protecci髇 ambiental y la realizaci髇 de un desarrollo sostenible. Por ejemplo, se ha estimado que la conclusi髇 de la Ronda Uruguay est?aportando 500.000 millones de d髄ares EE.UU. por a駉 a la econom韆 mundial, unos recursos que resultan indispensables para reducir la pobreza y el subdesarrollo a escala mundial, que durante mucho tiempo se han considerado como los factores que por s?solos son responsables de la mayor degradaci髇 ambiental.
La liberalizaci髇 del comercio tambi閚 tiene un papel importante que desempe馻r en el ajuste de los mecanismos mundiales de fijaci髇 de los precios, como condici髇 previa para el ajuste de las pol韙icas mundiales. Los fracasos en materia de fijaci髇 de precios constituyen una causa impl韈ita esencial de la degradaci髇 ambiental. Estudios sucesivos han mostrado el grado en que las restricciones de acceso a los mercados, las pol韙icas nacionales de apoyo y las subvenciones a la exportaci髇, no s髄o han suprimido el potencial de desarrollo de muchos pa韘es, sino que tambi閚 han dado lugar a precios distorsionados y a graves efectos secundarios en materia de medio ambiente, hasta el punto de que los recursos escasos no s髄o est醤 explotados en exceso, sino que en algunos casos est醤 literalmente agotados.
Con la Ronda Uruguay avanzamos, pero nos queda mucho m醩 por hacer. Debemos asegurarnos de que nuestros compromisos en el marco de la Ronda Uruguay se aplican plenamente. Debemos seguir centr醤donos en la progresividad arancelaria y en las numerosas crestas arancelarias que subsisten, especialmente si queremos aliviar la presi髇 que se ejerce sobre los pa韘es en desarrollo para que se especialicen 鷑icamente en la explotaci髇 de recursos naturales o en las actividades ambientalmente sensibles. Tambi閚 podemos aspirar a negociar unas disciplinas m醩 estrictas en materia de subvenciones. La agricultura, la pesca y la energ韆 son sectores en los que una mayor disciplina de mercado podr韆 tener un efecto positivo en el medio ambiente. Todas esas cuestiones han sido objeto de amplios debates y trabajos en el Comit?de Comercio y Desarrollo pero es evidente que a鷑 queda mucho m醩 por hacer.
Existe otra dimensi髇 igualmente importante del desarrollo sostenible, a saber, la representada por la idea de que tanto el crecimiento como el desarrollo econ髆ico continuados dependen m醩 que nunca en nuestro mundo interconectado de la vitalidad y del car醕ter sostenible del ecosistema mundial. Ninguno de nosotros puede dejar de verse afectado por la realidad del cambio clim醫ico, la deforestaci髇, los agujeros en la capa de ozono o la contaminaci髇 de las aguas. Ninguno de nosotros puede seguir permiti閚dose el lujo de hacer caso omiso de la amenaza, econ髆ica pero tambi閚 ambiental, que constituye un ecosistema en r醦ido deterioro para nuestro fr醙il planeta. Tanto entre las empresas como entre los gobiernos la noci髇 de que no podemos permitirnos el coste de proteger el medio ambiente est? dando paso a la convicci髇 de que lo que no podemos permitirnos es no protegerlo.
La liberalizaci髇 comercial puede y debe ser un aliado fundamental del desarrollo sostenible. Pero unos mercados m醩 libres no resolver醤 por s?solos todas las cuestiones ambientales y sociales complejas con que debemos enfrentarnos en el mundo interdependiente de hoy. Una mayor liberalizaci髇 de la inversi髇 no es una receta para regenerar el ozono de la estratosfera. Por s?solos unos aranceles m醩 bajos no detendr醤 la destrucci髇 de nuestros recursos marinos. La soluci髇 m醩 amplia de los desaf韔s ambientales y de otro tipo reside en el logro de un consenso mundial en cada una de esas esferas. Se trata de alcanzar acuerdos y normas globales que puedan aplicarse, y tambi閚 de construir el tipo de instituciones mundiales necesarias para gestionarlos unos y otras. En otras palabras, se trata de elaborar normas mundiales para subvenir a necesidades mundiales, como lo hemos hecho durante m醩 de 50 a駉s con el sistema del comercio.
Se deber韆 hacer valer la influencia de la OMC cuando sea posible para apoyar la labor de otros foros multilaterales. Perm韙anme citar dos ejemplos: el Comit?de Comercio y Desarrollo, en su informe a la primera Conferencia Ministerial de la OMC, en Singapur, se馻l?que las formas m醩 apropiadas de hacer frente a los problemas ambientales compartidos es mediante soluciones compartidas. Los cerca de 185 acuerdos multilaterales sobre el medio ambiente -o AMUMA- representan la mejor forma de abordar los problemas ambientales mundiales. Y los resultados lo demuestran. En los 鷏timos a駉s, ha habido signos alentadores de que el deterioro de la capa de ozono est?retrocediendo, gracias a los considerables logros del Protocolo de Montreal. Este acuerdo, y otros varios, como la Convenci髇 sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) y el Convenio de Basilea, est醤 funcionando porque los gobiernos han llegado a la conclusi髇 de que trabajar con los dem醩 aporta m醩 resultados que trabajar solo. Algunos de estos acuerdos tambi閚 contienen medidas sobre el comercio y, a pesar de las inquietudes de algunos miembros de la comunidad medioambiental, nunca ha surgido una diferencia jur韉ica entre la OMC y un AMUMA a este respecto.
Otro ejemplo es el consenso alcanzado en la Conferencia Ministerial de la OMC en Singapur sobre la espinosa cuesti髇 de las normas de trabajo. Las posiciones tanto en un sentido como en el otro sobre esta cuesti髇 se mantuvieron muy en閞gicamente. Sin embargo, despu閟 de meses de cuidadosa preparaci髇 en Ginebra y de cinco d韆s de intenso debate en Singapur, salimos de la Conferencia con un consenso claro y fuerte, un consenso por el cual los Miembros se comprometieron en primer lugar a la observancia de normas del trabajo fundamentales, internacionalmente reconocidas; en segundo lugar declararon que la OIT era el 髍gano competente para tratar la cuesti髇 de las normas del trabajo; en tercer lugar, admitieron que tales normas se promueven mediante el crecimiento y el desarrollo, fomentados por la liberalizaci髇 comercial; y en cuarto lugar convinieron en que las normas del trabajo en modo alguno deban utilizarse para fines proteccionistas o para poner en entredicho la ventaja comparativa de los pa韘es. El hecho de que la OIT est?actualmente dando pasos importantes en esos sectores muestra, que el consenso sobre las cuestiones m醩 dif韈iles no s髄o es posible sino absolutamente esencial para un progreso real y duradero.
Cito estos ejemplos para poner de relieve dos cuestiones: que los enfoques multilaterales en los campos ambiental y social est醤 funcionando y que nada en la OMC se opone a que la comunidad internacional persiga metas comunes en otros acuerdos internacionales. Sin perjuicio del requisito b醩ico de la no discriminaci髇, las normas de la OMC no plantean ninguna limitaci髇 de las opciones pol韙icas de que dispone un pa韘 para proteger su medio ambiente o sus normas de salud contra el perjuicio bien de la producci髇 nacional o bien del consumo de productos de producci髇 nacional o de importaci髇. Los gobiernos pueden utilizar cualquier tipo de restricci髇 del comercio, incluidos los contingentes de importaci髇 y exportaci髇 y las prohibiciones, con imposici髇 de impuestos u otras cargas en la frontera, para los fines de la protecci髇 ambiental o de la conservaci髇 de recursos dentro de su jurisdicci髇. A t韙ulo de ejemplo, durante los 鷏timos cinco a駉s un 10 por ciento o m醩 de todas las normas de productos notificadas con arreglo al Acuerdo de la OMC sobre Obst醕ulos T閏nicos al Comercio tienen que ver con el medio ambiente. Ello es buena prueba de la importancia que presentan las normas y reglamentos nacionales sobre el medio ambiente. Ni una sola de esas medidas se ha puesto nunca en cuesti髇 en la OMC.
Por supuesto, existen cuestiones m醩 arduas que surgen en el debate sobre comercio y medio ambiente, cuestiones que gravitan en torno al derecho soberano de los gobiernos a establecer procesos de producci髇, normas o m閠odos de car醕ter nacional. Pero una vez m醩 ese debate lleva impl韈ita la necesidad apremiante de alcanzar soluciones multilaterales precisas de esas cuestiones espec韋icas. En este caso las normas de la OMC tampoco deben constituir un obst醕ulo. Esas soluciones, por ejemplo, podr韆n comportar transferencias financieras o incentivos a compartir las cargas, a los que se ha recurrido con 閤ito en el marco del Fondo Multilateral del Protocolo de Montreal o del presupuesto trienal del Fondo para la Protecci髇 del Medio Ambiente. Podr韆n tambi閚 incluir disposiciones para vigilar la observancia y otras medidas complementarias. En la medida en que el acuerdo en cuesti髇 sea verdaderamente multilateral por basarse en el consenso entre un amplio grupo de pa韘es, la OMC poco puede decir acerca de la utilizaci髇 de dichas medidas.
Lo repito, hasta la fecha no ha surgido ning鷑 conflicto entre las normas de un AMUMA y las de la OMC. No obstante debemos permanecer alertas y otear el futuro, no s髄o para evitar los conflictos potenciales que se puedan encontrar m醩 adelante en el camino, sino para refutar los argumentos de aquellos que afirman -sin fundamento hasta la fecha- que en 鷏tima instancia los programas del comercio mundial y del medio ambiente no pueden menos que entrar en conflicto. El punto clave es que los AMUMA y la OMC representan diferentes cuerpos legales. Hemos de establecer un marco para definir las relaciones entre los AMUMA y la OMC, sin dejar de garantizar que los programas comerciales y ambientales se apoyen mutuamente. La coordinaci髇 pol韙ica entre los funcionarios comerciales y ambientales en los planos nacional e internacional, desempe馻r?un papel importante a la hora de garantizar que los Miembros de la OMC pueden respetar las obligaciones que han contra韉o tanto en la OMC como en los AMUMA, as?como para reducir la posibilidad de que surjan incoherencias jur韉icas. En el contexto de la oportunidad de incluir en los AMUMA disposiciones comerciales sobre las que se haya llegado a un acuerdo espec韋ico, deber韆n respetarse mutuamente la pericia t閏nica y la pol韙ica tanto en la esfera comercial como en la ambiental.
Pero existe otro corolario importante de este argumento. Si el problema es el medio ambiente, entonces nuestro objetivo debe consistir en desarrollar pol韙icas mundiales que se planteen el medio ambiente y no el comercio. Pedirle a la OMC que resuelva problemas ajenos a su labor fundamental, especialmente cuando se trata de problemas que los gobiernos no han podido abordar satisfactoriamente en otros contextos, no es simplemente una receta para el fracaso sino que puede causar un perjuicio incalculable al propio sistema del comercio con todos los efectos colaterales que ello tendr韆 sobre una econom韆 sostenible mundial.
La hip髏esis de que los mismos pa韘es que en los foros de medio ambiente no pueden alcanzar un consenso acerca de objetivos ambientales podr韆n de alg鷑 modo lograrlo con menos esfuerzos en la OMC entra馻 un error fundamental. La OMC es una organizaci髇 basada en el consenso y todas las decisiones esenciales se logran sobre la base del acuerdo mutuo. Dif韈ilmente puede esperarse que un pa韘 al que no se ha persuadido de sumarse a un consenso para resolver un problema ambiental mediante un AMUMA se sume a un consenso en la OMC para cambiar las normas del comercio de modo que 閟tas permitan que se le sancione. En la realidad probablemente ocurra precisamente lo contrario.
Existe otra importante consideraci髇. La OMC no es un 髍gano supranacional con facultades extraterritoriales ni tiene la intenci髇 de convertirse en ello. No es un polic韆 mundial que pueda obligar al cumplimiento de las normas a gobiernos que no est閚 deseosos de hacerlo. Las normas de la OMC son el resultado de una negociaci髇 libre entre gobiernos soberanos y dentro de un sistema basado en el consenso. Igualmente importante es el hecho de que las normas de la OMC sean no discriminatorias, lo que equivale a que se garanticen derechos iguales a todos los pa韘es dentro del sistema, independientemente de su tama駉 y poder. Perm韙aseme decir las cosas muy claras. No se puede obligar a pa韘 alguno a aceptar normas y disciplinas para las que no haya dado expl韈itamente su acuerdo. Ning鷑 pa韘 est?obligado a aceptar las resoluciones de la OMC en materia de diferencias aunque, si un pa韘 es incapaz de aplicar una resoluci髇 de la OMC, puede tener que otorgar ventajas a sus interlocutores comerciales en otros sectores.
La iron韆 estriba en que algunos socavar韆n ahora estos principios b醩icos de la cooperaci髇 internacional invocando objetivos mundiales de mayor generalidad. De hecho un resultado parad骿ico de la actual b鷖queda de soluciones mundiales a los problemas ambientales, sociales y de otra 韓dole es la presi髇 creciente que en algunos sectores se ejerce en favor de medidas comerciales unilaterales. Pero 縬ui閚 puede decir que sus normas ambientales, sus tradiciones culturales, sus sistemas pol韙icos representan una norma universal? 緾u醠es de esos valores y normas deber韆n imponerse a otros pa韘es? 緿eseamos realmente que la OMC desempe馿 el papel de juez, jurado y polic韆 de nuestros valores ambientales, sociales y 閠icos? No s髄o estamos pidiendo al sistema del comercio que desempe馿 una funci髇 para la que nunca estuvo previsto sino que, lo que es peor, esa es la forma m醩 segura de adulterar el esp韗itu de consenso y cooperaci髇 internacionales que tan desesperadamente necesitamos para comenzar a abordar los m醩 amplios desaf韔s del pr髕imo siglo.
Al hacer hincapi?en la necesidad de acuerdos multilaterales sobre las cuestiones ambientales y de otra 韓dole no s髄o estoy aduciendo que 閟te es un problema ajeno, y que esas cuestiones no presentan inter閟 ni pertinencia a los ojos de la OMC. Lo que estoy defendiendo es que la mejor manera de solucionar los problemas del medio ambiente a escala mundial es mediante pol韙icas e instituciones de 醡bito mundial en materia de medio ambiente, que iniciativas fundamentales como el Protocolo de Kyoto o el acuerdo de Singapur en lo relativo a las normas del trabajo demuestran que el multilateralismo puede funcionar y que pueden concluirse, y de hecho ya se est醤 concluyendo, AMUMA que se planteen la reforma de las actividades econ髆icas b醩icas como las emisiones de gas causantes del efecto invernadero.
Tambi閚 estoy sugiriendo que cometer韆mos un grave error si pretendi閟emos que la OMC ofrece alg鷑 tipo de atajo para la pol韙ica mundial ambiental o social. El unilateralismo no convencer?a ning鷑 pa韘 de la validez de los valores que otro pa韘 afirma. Y las sanciones comerciales no servir醤 como se馻l de alarma a la opini髇 p鷅lica de todo el mundo. Este enfoque de hecho puede verse como un s韓toma de debilidad y no de fuerza. Podr韆 reflejar una falta de confianza esencial en la posibilidad de que los derechos o valores propios puedan ser libremente compartidos con los dem醩.
Al conmemorar el quincuag閟imo aniversario del sistema multilateral en el presente a駉 hemos de mirar hacia el futuro y tambi閚 hacia el pasado. La guerra fr韆 ha acabado. Las divisiones entre el Norte y el Sur se han difuminado. Hoy en d韆 tenemos la oportunidad de completar la construcci髇 de un sistema universal del comercio que re鷑a a las econom韆s industriales, a las econom韆s en desarrollo y a las econom韆s en transici髇 en una comunidad de normas y disciplinas. Aprovechar esta oportunidad ser?una contribuci髇 esencial no s髄o a un futuro pr髎pero sino tambi閚 a un futuro sostenible y seguro. Pero ni por un momento podemos pensar que los logros de ayer constituyen una garant韆 suficiente de los 閤itos de ma馻na. Los millones de personas que en nuestra aldea global todav韆 viven en condiciones de pobreza, el deterioro de la estratosfera de nuestro planeta, la regresi髇 de los bosques y la contaminaci髇 de los r韔s, que constituyen otras tantas cicatrices en nuestros paisajes - esos desaf韔s eclipsan nuestros 閤itos al final del siglo, contribuyendo a una imagen que combina las luces y las sombras.
Tampoco trabaja el tiempo a nuestro favor. La mundializaci髇 de nuestra econom韆 se est?desplazando literalmente con la velocidad del Internet, pero los desaf韔s mundiales en materia de medio ambiente a que hacemos frente se est醤 desvelando de forma no menos r醦ida y tendr醤 cuando menos una repercusi髇 igualmente profunda en nuestro futuro colectivo. Necesitamos soluciones ahora y no en un futuro hipot閠ico y las soluciones comienzan con el reconocimiento de que los problemas comunes, tanto si se trata de la estabilidad monetaria como de la perspectiva de un cambio clim醫ico, son demasiado amplios para ser resueltos con enfoques 鷑icos o por gobiernos que act鷈n por su cuenta. Una mayor coherencia mundial en la concepci髇 de pol韙icas es un paso no s髄o l骻ico sino tambi閚 necesario en esta era de interdependencia. El que las pol韙icas, como las fronteras, se vuelvan cada vez m醩 difusas pone de relieve con claridad la necesidad de un avance en el frente m醩 amplio posible y no de modo fragmentario o aislado, dicho de otra forma, subraya la necesidad de una arquitectura mundial que conforme un nuevo tipo de sistema mundial.
Recientemente escuch?en W醩hington los comentarios de Bob Strauss, el antiguo Representante de los Estados Unidos para Cuestiones Comerciales, sobre la forma en que el programa comercial se ha ampliado hasta rebasar lo que parec韆 posible en el momento de la Ronda de Tokio. De forma an醠oga, yo les instar韆 a no creer que las normas e instituciones en materia de medio ambiente a escala mundial son inasequibles. La realidad de la econom韆 mundial y de la interdependencia econ髆ica de hoy exige que ampliemos, en lugar de contraer, los horizontes de la cooperaci髇 internacional mediante los instrumentos apropiados para cada problema y no 鷑icamente en la arena ambiental sino en muchos otros sectores tambi閚. La progresi髇 de la OMC durante el 鷏timo medio siglo es prueba de lo que se ha conseguido a escala internacional durante los 鷏timos 50 a駉s mediante la cooperaci髇 y el consenso y tambi閚 de lo que se puede lograr en el futuro. Esa es la raz髇 de que el di醠ogo de hoy tenga tan vital importancia. Esa es tambi閚 la raz髇 por la que valoro tanto sus contribuciones como sus consejos. Esta es igualmente la raz髇 por la que necesitamos acci髇 y cooperaci髇 colectivas, promovidas no s髄o por los gobiernos nacionales, sino tambi閚 por las muchas organizaciones internacionales y ONG hoy representadas en esta sala. Por esta raz髇 hago votos por el 閤ito del presente Simposio y espero que resulte extremadamente productivo.