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Lo que est?ocurriendo en la OMC
NOTICIAS:  COMUNICADOS DE PRENSA 1999

PRESS/146
11 de noviembre de 1999

Conferencia Nacional sobre la Ronda del Milenio Roma, Jueves, 11 de noviembre de 1999



Discurso pronunciado por Mike Moore, Director General de la Organizaci髇 Mundial del Comercio

Se adjunta el texto 韓tegro del discurso que el Sr. Mike Moore, Director General de la Organizaci髇 Mundial del Comercio, pronunci?hoy (11 de noviembre) en Roma, ante la Conferencia Nacional sobre la Ronda del Milenio.

I

Agradezco al Gobierno italiano que me haya invitado a participar en esta conferencia. Lamento sin embargo no poder permanecer m醩 tiempo con ustedes, pero ya conocen los apremios y necesidades de Ginebra en este momento.

Dentro de pocos d韆s nos encontraremos en Seattle, con ocasi髇 de la Tercera Conferencia Ministerial de la OMC. Los acontecimientos de Seattle moldear醤 nuestra instituci髇 y determinar醤 la calidad de las relaciones comerciales entre las naciones al comienzo del nuevo milenio. Es mucho lo que est?en juego y considerable el trabajo por realizar si queremos que Seattle sea un 閤ito como debiera. Un fracaso es inconcebible. Parecemos vivir en un mundo especial en Ginebra, un mundo de oportunidades inasequibles, aunque ello tambi閚 se pueda afirmar del mundo en general 縩o es as?

Recientemente inform?a los Ministros de que la situaci髇 en Ginebra era grave pero no desesperada. Tras una larga sucesi髇 de horas puedo dar cuenta de ciertos avances. La situaci髇 es desesperada pero no grave.

Las diferencias entre gobiernos que actualmente debatimos en Ginebra son diferencias leg韙imas y honorables. Los esfuerzos para solventarlas son igualmente leg韙imos. Las prioridades no pueden menos que diferir, pero existe un objetivo com鷑 -el objetivo de mantener y reforzar unas relaciones comerciales equitativas y estables entre las naciones. Con todo, de lo que se trata no es del comercio por el comercio. Se trata de ofrecer a las poblaciones de todo el mundo una base s髄ida para disfrutar de mayores ingresos, nuevas oportunidades, mejores puestos de trabajo y condiciones de vida superiores y por tanto un mundo m醩 seguro, m醩 estable y m醩 previsible.

En Ginebra el ambiente es positivo y pienso que deber韆mos ser optimistas. No puede llegarse a un acuerdo sobre cada cuesti髇 antes de que acudamos a Seattle. Los Ministros tendr醤 que dar pruebas de su liderato. Con todo debemos ofrecer una base s髄ida para nuestro trabajo y eso es lo que espero que consigamos en los pr髕imos d韆s. Todav韆 no hemos alcanzado ese punto. Los Embajadores no pueden rebasar el marco de las instrucciones de sus capitales. Una vez m醩 hago un llamamiento en favor de mayor flexibilidad, sensibilidad y visi髇 por parte de esas capitales.

II

El mundo estar?pendiente de nosotros en Seattle. 縋ueden imaginarse el costo de un fracaso? Todav韆 ser韆 posible que el obcecado descuido de los intereses mutuos y una negativa a compaginar necesidades divergentes pudieran llevarnos a fracasar en el acuerdo en Seattle y, lo que ser韆 peor a鷑, a acordar ese fracaso. Pensemos en el regalo que estar韆mos haciendo a nuestros cr韙icos. 縌u?significar韆 eso? 縌ue hab韆mos impedido a los pobres mejorar su condici髇? 縌ue hab韆mos detenido el progreso? Ser韆 equivalente a celebrar el hecho de que Europa NO se ampl韊. Es como celebrar que se alce un nuevo muro de Berl韓. 緾u醠 ser韆 la pr髕ima cosa que desear韆n detener y c髆o podr韆mos empezar de nuevo? Representamos los 鷏timos 50 a駉s que han presenciado en la mayor parte de los pa韘es, como han mejorado las condiciones de vida, se ha alargado la existencia humana y se ha reducido la mortalidad infantil. Nunca en la historia de la humanidad se ha producido un progreso tan continuo, pero 閟te no siempre ha sido constante y nunca ha sido suficiente. Nunca ha celebrado tanta gente su libertad pol韙ica y econ髆ica.

No basta con que los gobiernos acepten sus responsabilidades para forjar el trato por concluir en Seattle. Sobre los gobiernos recae tambi閚 la responsabilidad compartida de explicar por qu?contamos con la OMC y por qu?debemos invertir tiempo y esfuerzos, como lo hacemos, en la construcci髇 y el fortalecimiento de nuestra instituci髇. Nuestros cr韙icos son algunas veces m醩 expl韈itos que nuestros partidarios y no todos nuestros cr韙icos est醤 en el error. Debemos interpelarles y mejorar nuestro juego. No es dif韈il encontrar fallos en nuestro sistema. 縌u?sistema, obra de seres humanos, es perfecto? Debemos ser el 鷑ico negocio que no tiene una divisi髇 de comercializaci髇 y son nuestros clientes y propietarios los que deben hacer de vendedores.

No todos los que se oponen y protestan son malos o est醤 locos. Muchos desean mejorar la OMC o hacerse con ella para que refleje sus intereses. Supongo que se trata de una forma de adulaci髇. Muchos desean un enfrentamiento leal y es a ellos a quienes debemos responder. Como el Comisario Lamy ha se馻lado en otras ocasiones, de lo que se trata no es s髄o de tener 閤ito en Seattle. M醩 importante a鷑 es la consecuencia, el desaf韔 de negociar buenos resultados y luego conseguir que los cuerpos legislativos nacionales los aprueben. En 鷏tima instancia los dirigentes pol韙icos deben responder ante los parlamentos, ante las urnas. Ante su mandante: el pueblo. En una ocasi髇, acababa yo de perder una elecci髇 en Nueva Zelandia y, en la noche de la votaci髇, dije que el pueblo siempre tiene raz髇. Incluso cuando est?equivocado, tiene raz髇.

No me excuso por lo que tratamos de conseguir con nuestro sistema multilateral de comercio -lo 鷑ico que deseo es avanzar. Es posible que tengamos 100.000 personas manifest醤dose contra nosotros en Seattle, pero recuerden tambi閚, que 1.500 millones de personas y m醩 de 30 pa韘es desean adherirse a la OMC. Saben lo que ofrece y quieren participar. 縌u?hay de malo en desear que China y Rusia formen parte de un mundo basado en normas? Una gran contradicci髇, donde las haya, consiste en que mientras que el mundo celebra la libertad pol韙ica, tal como se ha propagado por toda Europa, 羏rica, Asia y Am閞ica del Sur, los esp韗itus abiertos que celebran estas libertades suelen excluir de sus planteamientos las libertades econ髆icas que ofrece el comercio. Existe una contradicci髇 entre los que, despu閟 de ofrecer generosas limosnas en la iglesia los domingos, cuando hay una inundaci髇 o un terremoto en el tercer mundo, firman el lunes una petici髇 que cierra el paso a los productos que los trabajadores de ese mismo tercer mundo han fabricado.

III

緾髆o explicar a los que nos critican el objeto de nuestra lucha en Seattle? Propongo tres mensajes b醩icos. Primero, el sistema multilateral de comercio es un componente esencial de la arquitectura de la cooperaci髇, la paz y el progreso internacionales. El mundo no ser韆 un lugar m醩 seguro sin las Naciones Unidas, el FMI, el Banco Mundial o la OMC, a pesar de sus imperfecciones. La turbulenta historia de nuestros seis o siete 鷏timos decenios nos ense馻 que los fracasos de la cooperaci髇 internacional conducen a graves problemas econ髆icos que pueden contribuir a rivalidades y guerras. Fue esa costosa y devastadora lecci髇 la que a partir de aquel momento sugiri?a los dirigentes la configuraci髇 del sistema multilateral por cuya salud y vigor velamos hoy en d韆. El sistema GATT/OMC es una fuerza que se ejerce en favor de la paz y el orden internacionales. Una fortificaci髇 contra el desorden. Esa es una raz髇 suficiente para insistir en la correcci髇 de cuanto estamos haciendo. Si no tuvi閟emos este sistema multilateral de comercio, ciertamente ser韆 necesario inventarlo. Me parece que nadie aspira a que haya menos comercio, menos inversi髇, menos puestos de trabajo, menos ideas y menos investigaci髇. Espero que nadie desee que el mundo adopte la posici髇 fetal y se congratule del advenimiento de una nueva Edad Media.

En segundo lugar, se puede aprovechar nuestro sistema para ocuparse de la pobreza y crear un mundo menos excluyente. El GATT comenz?en 1947 con 23 Miembros, hoy en d韆 integran la OMC 134 pa韘es y existe un proceso ininterrumpido de nuevas adhesiones. La explosi髇 del n鷐ero de Miembros ha aportado nuevos desaf韔s y una adaptaci髇 de las prioridades. M醩 de las dos terceras partes de nuestros Miembros participan en una lucha contra la pobreza que constituye, casi literalmente, una cuesti髇 de vida o muerte. Las oportunidades comerciales y la adaptaci髇 a las condiciones de la competencia internacional constituyen elementos esenciales para ayudar a los pa韘es y sus poblaciones a salir de la pobreza, pero no son el 鷑ico ingrediente. El apremio a este respecto no s髄o es moral, debido a que la pobreza y la desesperaci髇 nos degradan a todos, sino que tambi閚 se manifiesta en la necesidad de generar los consumidores del futuro para las florecientes econom韆s de hoy en d韆.

Aquellos que deseen detener el progreso de la OMC, aun cuando 閟te se refiera a los esfuerzos para crear mejores oportunidades comerciales en beneficio de los pa韘es m醩 pobres, har韆n bien en reflexionar sobre el grado en que pueden defender esa postura incluso aduciendo razones morales. Desde mi llegada a la OMC he prestado gran importancia a la necesidad de garantizar un acceso al mercado sin limitaciones para todos los productos de los pa韘es menos adelantados. Seguramente no es pedir demasiado. Despu閟 de todo, los pa韘es menos adelantados representan menos del 0,5 por ciento de las exportaciones mundiales. Adem醩 los pa韘es interesados tendr韆n la ventaja de saber que, independientemente de lo que produzcan, pueden vender sin tener que superar obst醕ulos bajo la forma de medidas comerciales.

Mi tercer punto, est?estrechamente relacionado con el segundo y consiste en que nuestro sistema sostiene millones de personas y contribuye a crear nuevas oportunidades para ellas. La revoluci髇 de la informaci髇, a la propagaci髇 de cuyas ventajas ha contribuido el sistema multilateral de comercio, ha comprimido el tiempo y la distancia en modos que habr韆n resultado inimaginables hace apenas unos a駉s. Es posible que los que intentan detener los esfuerzos de la OMC para reducir la protecci髇 y ampliar las oportunidades no deseen detener la difusi髇 de las ventajas derivadas del progreso tecnol骻ico, pero es igualmente probable que ese efecto se produzca de todas las maneras. Cuando yo era un muchacho un trabajador habr韆 necesitado toda su retribuci髇 anual para comprar la Enciclopedia Brit醤ica a sus hijos. Hoy en d韆 se puede consultar gratis en Internet. 縌ui閚 desea hacer uso hoy de las tecnolog韆s y t閏nicas de ayer? 縌u?madre, independientemente de cu醠 sea su pa韘 de origen, no desea obtener la mejor atenci髇 m閐ica para su hijo enfermo? Existe un sinn鷐ero de v韆s que permiten a un entorno abierto que se adapta a los cambios crear m醩 oportunidades y mejores condiciones de vida.

IV

Siempre hemos disfrutado de la mundializaci髇 de la literatura y la m鷖ica. En el m醩 solitario atol髇 del Pac韋ico, en el m醩 remoto valle selv醫(yī)ico, se escucha 髉era italiana, se lee a Shakespeare y esencialmente cada cual tiene las mismas expectativas y ambiciones, a saber, que sus hijos tengan una vida mejor que la suya. Todos queremos un mundo m醩 justo, un mundo de oportunidades asequibles a todos. Las viejas divisiones entre el Norte y el Sur, entre la izquierda y la derecha, ya no son de rigor. Lo que hoy en d韆 nos divide es la diferencia entre los que abren los brazos al futuro y los que lo temen. No hay que temer al futuro. Hay que hacerle frente. Hag醡osle frente juntos y luchemos para mejorar lo que tenemos y para compartirlo de forma m醩 eficaz. Tenemos en nuestro seno la oportunidad de mejorar considerablemente el pr髕imo siglo, tras haber aprendido la lecci髇 de nuestros horribles y mortales fracasos de la primera mitad del presente siglo. Damas y caballeros, nos es dada la singular oportunidad de conseguir que el pr髕imo siglo se base en el derecho, las normas, el compromiso y la persuasi髇. La alternativa es un mundo basado en la coerci髇, la fuerza y el poder. Espero que podamos enaltecer nuestra visi髇 y mirar por encima de nosotros mismos y de nuestros intereses nacionales a corto plazo, honrando as?a los padres que nos crearon a nosotros y a nuestras instituciones.