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PRESS/43
22 de febrero de 1996
El Director General Renato Ruggiero afirma que el sistema de comercio debe seguir
el ritmo del proceso de mundializaci錕絥
El Director General de la OMC, Sr. Renato Ruggiero, exhort錕?hoy a los gobiernos a que hicieran todo lo posible por que el sistema multilateral de comercio siga respondiendo a las necesidades del mercado mundial. En un discurso pronunciado en Brisbane, examin錕?la aplicaci錕絥 de los resultados de la Ronda Uruguay, los progresos realizados en el programa de negociaciones y las nuevas cuestiones que pueden ser objeto de futuros trabajos en la OMC.
Invitar al Director General de la OMC a pronunciar un discurso sobre las razones por las cuales el mundo necesita una OMC fuerte y eficaz es algo as錕?como invitar a un cardenal a que pronuncie un serm錕絥 sobre los beneficios de la virtud: se puede dar una versi錕絥 extensa o una versi錕絥 breve, pero ninguna de ellas dejar錕?mucho lugar para dudas o debates. Pueden estar tranquilos, hoy expondr錕?la versi錕絥 breve.
Antes de comenzar quisiera felicitar al Sr. Bob McMullan y a sus colegas por la iniciativa de invitarnos a Brisbane. Corresponde -y realmente cabe esperar- que Australia asuma ese tipo de iniciativas en la preparaci錕絥 de Singapur y en el examen del futuro programa de trabajo de la OMC. Australia siempre ha apoyado activamente un sistema multilateral de comercio abierto, basado en normas convenidas y exigibles y, considero justo decirlo, tambi錕絥 ha sido uno de los pa錕絪es que m錕絪 se han beneficiado con ese sistema. Australia fue uno de los 23 miembros fundadores del GATT. Tambi錕絥 fue uno de los primeros pa錕絪es que ratificaron el Acuerdo sobre la OMC y se adhirieron como Miembros a la nueva Organizaci錕絥. Importantes grupos de negociaci錕絥 de la Ronda Uruguay fueron presididos por australianos, y, por otra parte, tambi錕絥 los embajadores australianos siempre han desempe錕絘do un papel fundamental en la vida del GATT y de la OMC. Esta Conferencia es otra se錕絘l m錕絪 del compromiso de Australia con la OMC y puedo asegurarle, Senador McMullan, que apreciamos mucho ese compromiso.
Sospecho que la mayor錕絘 de los presentes en esta sala no abrigan serias dudas acerca de la necesidad de que la OMC sea una Organizaci錕絥 fuerte y eficaz. Reconocemos el extraordinario 錕絰ito que ha tenido el GATT durante sus 48 a錕給s de vida y confiamos en que la OMC tiene el potencial requerido para inspirar al crecimiento econ錕絤ico, el desarrollo y una mejora general del bienestar social durante los pr錕絰imos decenios. Nuestra confianza nace en parte de una idea que predomina sobre todas las dem錕絪 en cuanto a la forma en que vemos ahora el desenvolvimiento del comercio; un factor que apunta exclusivamente al sistema multilateral de comercio como el veh錕絚ulo m錕絪 coherente para impulsar un crecimiento econ錕絤ico sostenible. Esa idea, esa realidad, es la mundializaci錕絥.
El hecho de que desde los a錕給s 50 en adelante hayamos registrado continuamente tasas de crecimiento del comercio mundial mucho m錕絪 elevadas que las de la producci錕絥 mundial demuestra con elocuencia cu錕絥 r錕絧ida y cu錕絥 persistentemente ha avanzado durante los 錕絣timos cinco a錕給s ese proceso, que en alguna oportunidad se denomin錕?interdependencia pero que ahora conocemos como mundializaci錕絥. Si ahora podemos hablar de un mercado mundial -aunque incompleto e imperfecto- es s錕絣o porque ese proceso ha alcanzado un punto en el que los pueblos son m錕絪 conscientes del comercio y de la inversi錕絥 a escala mundial y menos conscientes de los l錕絤ites nacionales o regionales.
Y esa consciencia trae consigo grandes esperanzas y expectativas. Muchos pa錕絪es en desarrollo -incluso, me alegra decirlo, cada vez m錕絪 pa錕絪es del continente africano- est錕絥 abri錕絥dose al mercado mundial. Y si nosotros podemos ayudarlos a que tengan 錕絰ito en la apertura de sus econom錕絘s y ofrecerles oportunidades de comercializar sus productos en el exterior ellos, a su vez, se convertir錕絥 en nuevos mercados, vigorosos, exigentes, para las exportaciones de las econom錕絘s industriales y de los pa錕絪es en desarrollo m錕絪 adelantados. Esta es la forma en que se supone que funciona el mercado mundial.
錕絈u錕? respuesta debemos dar en la OMC? En primer lugar, necesitamos trabajar duramente para asegurar la plena y firme aplicaci錕絥 de los compromisos de la Ronda Uruguay. Si se cumplen debidamente, esos compromisos podr錕絥 abrir claras posibilidades de favorecer y promover el crecimiento del comercio y la inversi錕絥 en los pr錕絰imos a錕給s. Hemos sabido establecer un sistema muy moderno: queda a錕絥 por saber si lo utilizaremos con eficacia y firmeza.
Al t錕絩mino del primer a錕給 de existencia de la OMC he podido dar cuenta de una situaci錕絥 en general favorable con respecto al funcionamiento de la Organizaci錕絥. El panorama es particularmente alentador en la esfera de la soluci錕絥 de diferencias. Un n錕絤ero considerable de pa錕絪es -tanto peque錕給s como grandes- recurren con frecuencia y en diversas formas a los procedimientos previstos y, muy a menudo, logran solucionar sus diferencias en la fase de consultas, evitando as錕?todo el peso de las actuaciones del grupo especial y de la apelaci錕絥. Aunque a錕絥 no hemos ensayado las 錕絣timas fases del procedimiento, no tengo motivos para temer que los gobiernos no sigan asumiendo sus obligaciones y ejerciendo sus derechos en este contexto con la misma seriedad.
Al mismo tiempo, ser錕絘 sorprendente que la aplicaci錕絥 de los resultados de la Ronda Uruguay no tropezara con dificultades. Naturalmente las habr錕? hemos pedido mucho a los gobiernos y a sus legislaturas, y ser錕絘 ilusorio creer que en alg錕絥 pa錕絪 la aplicaci錕絥 completa de los resultados de la Ronda Uruguay resulta f錕絚il y procede sin obst錕絚ulos. Pero el esfuerzo debe hacerse. Sin ese esfuerzo, se reducir錕絥 las m錕絣tiples ventajas que vimos surgir de la Ronda o simplemente no se concretar錕絥. Hoy por hoy considero que no hay peligro de que ello se produzca. Pero debemos estar atentos y educar e informar a la opini錕絥 p錕絙lica con respecto a las razones por las cuales los cambios que debe introducir un pa錕絪 desde el momento en que es Miembro de la OMC son tan valiosos como ineludibles.
La segunda respuesta a las necesidades urgentes del mercado mundial debe ser el 錕絰ito de nuestro programa de negociaciones. Esto concierne principalmente, pero no exclusivamente, al comercio y las inversiones en la esfera de los servicios. Nuestro mandato consiste en negociar varias disciplinas "horizontales" que actualmente no est錕絥 previstas en el AGCS: subvenciones, contrataci錕絥 p錕絙lica, salvaguardias y normas, por ejemplo. Estamos negociando en el sector de los servicios profesionales, en particular con respecto al sector de la contabilidad. Para fines de junio, debemos haber entablado las negociaciones sobre el transporte mar錕絫imo. Pero entre todos estos mandatos, debido precisamente a su inextricable vinculaci錕絥 con el proceso de mundializaci錕絥, tiene preeminencia la negociaci錕絥 sobre telecomunicaciones b錕絪icas. El 錕絰ito en esta esfera ser錕?una se錕絘l decisiva de la voluntad de los gobiernos de seguir, frente al sistema multilateral de comercio, la l錕絞ica que corresponde a un mercado mundial. Tenemos tiempo hasta fines de abril. Nos acercamos a las instancias finales de la negociaci錕絥. A partir de ahora es preciso que aumente el n錕絤ero de participantes, y que aumenten y mejoren las ofertas. Conf錕給 en ustedes para que as錕?suceda.
Daremos la tercera respuesta abordando nuevamente algunas de las m錕絪 vastas actividades de liberalizaci錕絥 de la Ronda Uruguay. Los resultados obtenidos en la reducci錕絥 de aranceles fueron impresionantes pero en determinada fase, y tal vez antes de lo previsto, tendremos que considerar si podemos ir m錕絪 all錕?de esos resultados o ponerlos en pr錕絚tica m錕絪 r錕絧idamente. Y para fines de siglo estamos comprometidos a celebrar nuevas y sustanciales negociaciones en materia de agricultura y de servicios transfronterizos. Se trata de compromisos serios e importantes, que no pueden postergarse demasiado y que los gobiernos deben tener muy presentes al examinar sus programas de negociaciones comerciales para los a錕給s venideros.
En cuarto lugar, para que el sistema siga respondiendo plenamente al mercado mundial, su programa de trabajo debe evolucionar constantemente. Por supuesto, la cuesti錕絥 relativamente nueva del comercio y el medio ambiente ya ha sido incluida en el programa de la OMC. El Comit錕? de Comercio y Medio Ambiente est錕?avanzando positivamente en la definici錕絥 de algunos par錕絤etros convenidos de com錕絥 acuerdo en esta relaci錕絥 compleja y, en algunos puntos, controvertida. Creo que en la Conferencia de Singapur podr錕?darnos un informe alentador, en el que conf錕給 que subrayar錕?el hecho de que las pol錕絫icas comerciales y las preocupaciones ambientales pueden y deben reforzarse mutuamente.
Al prepararnos para Singapur tambi錕絥 debemos pensar la forma en que acometeremos las otras cuestiones nuevas, que varios Miembros de la OMC se han manifestado interesados en abordar.
Por ejemplo, el comercio y la inversi錕絥: el hecho de que se les haya considerado en alg錕絥 momento en forma separada o como alternativas constituy錕?m錕絪 una aberraci錕絥 hist錕絩ica y pol錕絫ica que una realidad pr錕絚tica. Ambos temas est錕絥 estrechamente conectados y mucho m錕絪 en el contexto de la mundializaci錕絥. Las empresas comercian para invertir e invierten para comerciar. Los pa錕絪es en desarrollo y las econom錕絘s en transici錕絥 no podr錕絥 diversificar sus exportaciones en ninguna escala significativa si no atraen inversiones, que a su vez adquieren cada vez m錕絪 importancia en la medida en que se intensifican las presiones sobre los presupuestos destinados a la ayuda. Y sin inversiones internas tampoco podr錕絥 desarrollarse sectores de servicios que brinden un apoyo adecuado a la actividad manufacturera y exporten servicios por cuenta propia.
El AGCS se bas錕?principalmente en la idea de que los proveedores de servicios deben invertir y establecerse en los mercados a fin de abastecerlos. Gran parte del Acuerdo sobre las MIC tiene por finalidad crear condiciones jur錕絛icas seguras para la inversi錕絥 y, en particular, para la transferencia de tecnolog錕絘. Por supuesto, el Acuerdo sobre la OMC establece la ilicitud de determinadas medidas relacionadas con las inversiones que distorsionen el comercio. En pocas palabras, resulta dif錕絚il decir que las inversiones constituyen una cuesti錕絥 nueva para la OMC.
El problema es c錕絤o iremos adelante y hacia d錕絥de. Las inversiones internas siempre han sido promovidas y protegidas por tratados bilaterales: alrededor del 60 por ciento de 900 de esos tratados se ha negociado en los 錕絣timos 10 a錕給s. Adem錕絪, acuerdos regionales celebrados recientemente incluyen condiciones relacionadas con las inversiones. En conjunto, no puede decirse que en el mundo exista un clima muy coherente o previsible para las inversiones. En efecto, la situaci錕絥 actual es la ant錕絫esis misma de la que deber錕絘 propugnarse en una econom錕絘 mundial.
Sin restar m錕絩ito a los esfuerzos que se hacen actualmente por racionalizar la situaci錕絥, no hay que olvidar que siguen siendo fragmentarios: muchos pa錕絪es han quedado excluidos y es posible que los t錕絩minos que en definitiva fueron acordados resulten mucho menos que aceptables para la mayor錕絘 excluida. Por otra parte, es muy importante que los intentos por establecer normas internacionales aplicables a las inversiones no entren en pugna con los compromisos ya asumidos en la OMC ni con el programa de trabajo de 錕絪ta; por ejemplo, como ya lo he mencionado, dentro de pocos a錕給s comenzar錕?una nueva ronda de negociaciones sobre servicios. Hay muchos argumentos que pesan a favor de una iniciativa aut錕絥ticamente multilateral en esta esfera.
Otra consecuencia de la mundializaci錕絥 es la atenci錕絥 cada vez mayor que se est錕?prestando a las pr錕絚ticas privadas que puedan restringir o distorsionar el comercio y la competencia internacionales. El GATT, y ahora la OMC, se han interesado principalmente en la eliminaci錕絥 o reducci錕絥 de las medidas gubernamentales que tienen esos efectos.
No obstante, no es para nada nueva la necesidad de incluir los asuntos relativos a la pol錕絫ica en materia de competencia en los acuerdos comerciales internacionales.
- Cabe observar que ya en la segunda mitad del decenio de 1940, cuando naci錕?el GATT, en la Carta de La Habana, que nunca entr錕?en vigor, se reconoc錕絘 la necesidad de integrar las cuestiones del comercio, la pol錕絫ica en materia de competencia y las inversiones.
- En diversos acuerdos regionales, que reflejan fases m錕絪 avanzadas de integraci錕絥 econ錕絤ica, tambi錕絥 se han tratado estos temas en una forma coherente y unificada.
- Algunos Acuerdos de la OMC, en particular sobre servicios y propiedad intelectual, ya contienen disposiciones relativas a la competencia.
- En las negociaciones en curso sobre telecomunicaciones, una cuesti錕絥 de capital importancia es la necesidad de contar con salvaguardias adecuadas para impedir el abuso de posiciones dominantes en el mercado.
Todos ustedes tienen conocimiento de las diferencias comerciales que recientemente se han planteado en torno a las distintas concepciones del papel de la pol錕絫ica en materia de competencia y de su aplicaci錕絥 para ofrecer oportunidades comerciales. En efecto, es inevitable que la OMC se vea cada vez m錕絪 involucrada en cuestiones relativas a una pol錕絫ica de defensa de la competencia, independientemente de que este asunto figure oficialmente en el orden del d錕絘 de Singapur. Habr錕絘 que decidir si la OMC debe tratar las cuestiones relacionadas con la pol錕絫ica en materia de competencia solamente de manera ad hoc, en el contexto de cuestiones espec錕絝icas relativas a la pol錕絫ica comercial, o si deber錕絘 iniciar un examen global de los v錕絥culos existentes entre comercio y competencia con miras a desarrollar una perspectiva multilateral coherente de la forma en que la pol錕絫ica comercial y la pol錕絫ica en materia de competencia podr錕絘n reforzarse rec錕絧rocamente.
Algunos Miembros de la OMC consideran conveniente incluir en el nuevo programa el tema del comercio y las normas del trabajo. No duden de que soy plenamente consciente de los aspectos delicados que encierran ambos puntos de la cuesti錕絥, que tambi錕絥 considero deber錕絘 ser objeto, al menos, de un debate, incluso informal, a fin de evitar conflictos. A mi juicio, aumentar錕絘n considerablemente las posibilidades de tal debate si se aceptara claramente que el proteccionismo no constituye una respuesta adecuada a las inquietudes que despiertan las normas del trabajo. Por otra parte, considero que los pa錕絪es no deber錕絘n mejorar sus propias condiciones de competencia explotando deliberadamente a los sectores vulnerables de la fuerza de trabajo. Es necesario aclarar si se trata de una preocupaci錕絥 por los derechos humanos o por la competitividad. Si, -y estoy seguro de que la mayor錕絘 de las personas piensan lo mismo- se trata de una cuesti錕絥 de derechos humanos, cabe preguntarse qu錕?categor錕絘s de derechos est錕絥 en juego. Aquellos m錕絪 fundamentales -es decir, los relativos al trabajo infantil y al trabajo forzado o los derechos sindicales- ya han sido reconocidos m錕絪 o menos en todo el mundo, en la Declaraci錕絥 Universal de Derechos Humanos. Ahora el problema consiste en encontrar la mejor manera posible de hacerlos respetar, y decidir en qu錕?foro deben ser abordados. En lo que respecta a la OMC, su tarea m錕絪 inmediata consiste en obtener un consenso para evitar que esta cuesti錕絥 sea fuente de controversias, en Singapur o en otros foros.
Tambi錕絥 se ha planteado la cuesti錕絥 de la corrupci錕絥 en el comercio internacional. En el contexto de la OMC, todos los trabajos en esta esfera podr錕絘n, en principio, centrarse en primer lugar en la contrataci錕絥 p錕絙lica. En t錕絩minos cuantitativos, el nuevo Acuerdo, que entr錕?en vigor el 1. de enero, multiplica por diez las contrataciones p錕絙licas abiertas a competencia internacional, en comparaci錕絥 con el Acuerdo anterior. No obstante, sigue siendo s錕絣o un Acuerdo plurilateral, cuyo n錕絤ero de miembros es limitado. Ampliar este n錕絤ero ayudar錕絘 a mejorar la transparencia, que es la enemiga de las pr錕絚ticas de corrupci錕絥.
La quinta respuesta al desaf錕給 que supone la mundializaci錕絥 consiste en ampliar el n錕絤ero de Miembros de la OMC, a fin de que se convierta en una Organizaci錕絥 verdaderamente universal. Hay 29 negociaciones de adhesi錕絥 en curso, y muchos otros pa錕絪es est錕絥 considerando la posibilidad de presentar su candidatura; de ello se deduce la enorme tarea que nos espera para asegurar que la integraci錕絥 de estas nuevas econom錕絘s rinda beneficios concretos y produzca crecimiento econ錕絤ico, tanto para ellas como para sus interlocutores comerciales. Si se acuerdan las condiciones correctas, m錕絪 de un millardo y medio de nuevos consumidores y trabajadores podr錕絘n ingresar al sistema en los pr錕絰imos a錕給s. Y este ingreso deber錕絘 considerarse como una oportunidad para todos y no como un problema potencial de nueva competencia.
Y por 錕絣timo la respuesta debe ser dar sentido a la relaci錕絥 entre integraci錕絥 econ錕絤ica regional y sistema multilateral de comercio.
En este punto no hay ninguna contradicci錕絥 l錕絞ica. En los c錕絩culos comerciales internacionales, 錕絪ta ha sido la opini錕絥 de la gran mayor錕絘. Sin embargo, la relaci錕絥 entre regionalismo y un sistema multilateral basado en el principio de la NMF es una relaci錕絥 compleja, que est錕? adquiriendo cada vez m錕絪 complejidad a medida que aumenta el n錕絤ero y el alcance de las iniciativas regionales.
Las iniciativas comerciales regionales pueden constituir la base para poner t錕絩mino a hostilidades de antigua data, como ha sucedido en Europa y, confiamos, tal vez suceda en el Oriente Medio. Y en el caso de los pa錕絪es menos adelantados, como muchos pa錕絪es africanos, dichas iniciativas constituyen un paso esencial hacia la plena integraci錕絥 en la econom錕絘 mundial. Tambi錕絥 contribuyen a centralizar y a reforzar el compromiso pol錕絫ico de apertura de las econom錕絘s y de los reg錕絤enes comerciales, compromiso que es fundamental mantener.
No obstante, nadie puede afirmar con fundamento que el regionalismo sea una alternativa al sistema multilateral. Para que la econom錕絘 sea una econom錕絘 mundial debe existir un sistema mundial de normas comerciales, un foro mundial para continuar las negociaciones y una plataforma, tambi錕絥 mundial, para establecer el nuevo programa con respecto al comercio. Y todo ello puede encontrarse 錕絥icamente en el sistema de la OMC, raz錕絥 que lo convierte en un marco fundamental e insustituible para el desarrollo de las iniciativas regionales.
Encontrar la forma de que aqu錕絣 y 錕絪tas se desarrollen juntos -y no separados- tal vez sea la cuesti錕絥 m錕絪 urgente que enfrenten los encargados de formular las pol錕絫icas comerciales. Sugerir錕?tres elementos que podr錕絘n facilitar una respuesta.
- En primer lugar, mejorar la capacidad institucional de la OMC para abordar las iniciativas regionales. La aplicaci錕絥 de las normas vigentes destinadas a asegurar que esas iniciativas se desarrollen de una manera abierta ha sido bastante ineficaz. El establecimiento reciente de un Comit錕?de los Acuerdos Comerciales Regionales, que sustituye a 25 Grupos de Trabajo distintos, deber錕絘 mejorar considerablemente esta situaci錕絥. No piensen que se trata de una mera reorganizaci錕絥 burocr錕絫ica pues, me permito subrayar, el mandato del nuevo Comit錕?incluye las consecuencias sist錕絤icas de la relaci錕絥 entre los acuerdos regionales y el sistema multilateral.
- En segundo lugar, asegurar que el nivel de ambici錕絥 y el ritmo del progreso en la liberalizaci錕絥 multilateral -o mundial- del comercio sean por lo menos equivalentes a los correspondientes a los esfuerzos regionales. Los pa錕絪es deben estar dispuestos a hacer en el plano multilateral lo que est錕絥 dispuestos a hacer en el plano regional. En la pr錕絚tica, ello significa llevar vigorosamente a cabo el programa con que se estableci錕? la OMC, e incluso acelerar su aplicaci錕絥 todo lo posible; tambi錕絥 significa mantener a la OMC en la vanguardia del nuevo programa del comercio.
- En tercer lugar, acentuar la dimensi錕絥 pol錕絫ica de la OMC. Los pa錕絪es del APEC se re錕絥en todos los a錕給s a nivel de Jefes de Gobierno y, con m錕絪 frecuencia, a nivel ministerial. Se celebran reuniones del mismo tipo en otros grupos regionales. En cambio, en la OMC por ahora est錕?previsto que los Ministros se re錕絥an s錕絣o cada dos a錕給s, pese a que el sistema multilateral se est錕?convirtiendo cada vez m錕絪 en una cuesti錕絥 pol錕絫ica. Y ello porque la evoluci錕絥 de este sistema depende cada vez m錕絪 de las pol錕絫icas reglamentarias nacionales y menos de los obst錕絚ulos transfronterizos. Es decir, las dificultades a las que debe hacer frente el sistema multilateral presentan, junto al aspecto t錕絚nico, un car錕絚ter cada vez m錕絪 pol錕絫ico. Es l錕絞ico suponer entonces que la participaci錕絥 activa de los l錕絛eres pol錕絫icos se convertir錕?en una caracter錕絪tica normal de la OMC, como lo es ahora en muchas agrupaciones regionales.
En pocas palabras, el mundo necesita una OMC fortalecida, porque la OMC refleja y representa a la econom錕絘 mundial tal como realmente es. La OMC responde mejor a la realidad econ錕絤ica y a las pr錕絚ticas comerciales que cualquier otra instituci錕絥 econ錕絤ica o marco jur錕絛ico similar. Pero no puede quedarse tranquila, debe seguir desarroll錕絥dose, al ritmo de los acontecimientos y cambios. El futuro programa ha sido principalmente dictado por la l錕絞ica y el sentido com錕絥. Singapur constituye s錕絣o una etapa -aunque una etapa importante- en la maduraci錕絥 de este programa y, si hay consenso, en el camino hacia una nueva fase de negociaci錕絥. Las se錕絘les que vengan de Singapur nos dir錕絥 si los gobiernos est錕絥 dispuestos a seguir la l錕絞ica de la econom錕絘 mundial y a maximizar los beneficios a trav錕絪 de un sistema multilateral de comercio fuerte, vibrante y actualizado.