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PRESS/49
29 de mayo de 1996
De cara al futuro: la pol錕絫ica de comercio internacional en la era de la OMC
La
Cuarta Conferencia Anual de la Fundaci錕絥 Sylvia Ostry Ottawa, 28 de mayo de 1996
El Sr. Renato Ruggiero, Director General de la OMC, pronunci錕?anoche la Cuarta
Conferencia Anual en la Fundaci錕絥 Sylvia Ostry, en Ottawa (Canad錕?. Se adjunta el texto
錕絥tegro de la conferencia del Sr. Ruggiero.
No debe de haber muchas personas en el Canad錕? ni tampoco en otras partes, que re錕絥an una experiencia tan notablemente profunda y amplia como la de Sylvia Ostry en la esfera del comercio, y en el 錕絤bito de la pol錕絫ica econ錕絤ica en general. Tampoco debe de haber muchas personas que puedan igualar su nivel de excelencia en el campo en que ella ha desarrollado sus actividades. Sylvia Ostry ha desempe錕絘do el cargo de alto funcionario en el Gobierno de su pa錕絪, ha ocupado un puesto superior en una importante instituci錕絥 internacional, la OCDE, y actualmente, desde la prominente situaci錕絥 que ocupa en el mundo acad錕絤ico, aporta una se錕絘lada contribuci錕絥 a nuestra comprensi錕絥 del complejo mundo en el que vivimos. Muchas de las ideas y las cuestiones de las que hablar錕?esta tarde han sido influidas por la obra de Sylvia Ostry.
Por consiguiente, me resulta muy grato pronunciar la Cuarta Conferencia Anual de la Fundaci錕絥 Sylvia Ostry. Sin embargo, antes de proseguir desear錕絘 decirle una cosa a Sylvia, de quien me siento orgulloso de ser amigo desde hace mucho tiempo: Por favor, Sylvia, siga haciendo lo que hace usted tan bien. Valoramos enormemente su penetrante observaci錕絥, su capacidad de interpretar los acontecimientos y las tendencias econ錕絤icas y su perspicacia para formular recomendaciones sensatas en materia de pol錕絫icas. La necesitamos ahora m錕絪 que nunca
II
El imperativo mundial
Debe de ser cierto que pr錕絚ticamente todas las generaciones a lo largo de la historia han atravesado cambios, sean estos sociales, econ錕絤icos o pol錕絫icos. Y sin duda cada generaci錕絥 ha experimentado ante el cambio una mezcla de recelo y de expectaci錕絥: recelo ante los inconvenientes que el cambio pod錕絘 representar, y expectaci錕絥 ante las oportunidades que pod錕絘 ofrecer. Algunos per錕給dos son m錕絪 turbulentos que otros, pero cabe preguntarse cu錕絥tas generaciones han tenido que hacer frente en el pasado a un cambio tan extraordinariamente r錕絧ido como el que caracteriza a nuestra 錕絧oca.
錕紻e qu錕? clase de cambio estoy hablando y qu錕?es lo que lo impulsa? El cambio a que me refiero es la impresionante internacionalizaci錕絥 -o mundializaci錕絥- de la actividad econ錕絤ica que se ha registrado durante los 錕絣timos dos o tres decenios, y las profundas consecuencias pol錕絫icas y sociales que se derivan de la misma. La mundializaci錕絥 es impulsada por una poderosa confluencia de fuerzas. Algunas de ellas son sin duda el reflejo de pol錕絫icas gubernamentales, pero m錕絪 fundamentalmente se trata de fuerzas que tienen una vida propia, fuerzas liberadas por los cambios tecnol錕絞icos, especialmente en los sectores del transporte y las comunicaciones.
En t錕絩minos econ錕絤icos, la mundializaci錕絥 significa que la producci錕絥 y el comercio se han entrelazado de manera inexorable. Los procesos de producci錕絥 se extienden por todo el planeta. Los productores deben invertir para comerciar y deben comerciar para invertir. La mayor錕絘 de los productos que ingresan actualmente en el mercado son objeto de comercio o bien su producci錕絥 depende decisivamente de componentes que son objeto de comercio. El hecho de que el comercio desempe錕絘 un papel m錕絪 importante que nunca en la actividad econ錕絤ica se puede observar f錕絚ilmente en las estad錕絪ticas: las corrientes comerciales se han multiplicado por 15 en los 錕絣timos cuatro decenios, mientras que la producci錕絥 se ha incrementado seis veces. Al mismo tiempo, se han registrado aumentos espectaculares en las corrientes de inversiones extranjeras directas: en los 10 a錕給s anteriores a 1993 las corrientes de inversiones en todo el mundo se multiplicaron por cuatro, llegando a casi 200.000 millones de d錕絣ares por a錕給. Son cada vez m錕絪 los empleos que dependen del comercio, bien de las importaciones o de las exportaciones. Todo esto ha ocurrido al mismo tiempo que los niveles de vida aumentan constantemente en muchos pa錕絪es, aunque no en todos. El hecho de que los beneficios de la mundializaci錕絥 a錕絥 no son gozados mundialmente presenta un reto para la l錕絥ea de acci錕絥 a seguir, sobre el que volver錕? m錕絪 adelante. No obstante, no se debe subestimar la magnitud de la ayuda que ha prestado y sigue prestando la integraci錕絥 econ錕絤ica mundial a la reducci錕絥 de la pobreza y la marginalizaci錕絥. Se prev錕?que en los pr錕絰imos a錕給s 2.000 millones de personas en los pa錕絪es en desarrollo y las econom錕絘s en transici錕絥 ingresar錕絥 en el mercado mundial, reforzando las tendencias que han instalado a una docena o m錕絪 de pa錕絪es en desarrollo entre las econom錕絘s m錕絪 din錕絤icas del mundo.
En t錕絩minos pol錕絫icos, la mundializaci錕絥 significa que los gobiernos deben aprender a cooperar en m錕絪 esferas que durante el pasado. Algunas de las distinciones que sol錕絘mos hacer entre la pol錕絫ica internacional y la pol錕絫ica interna resultan cada vez m錕絪 superficiales y carentes de importancia. Naturalmente, se generan tensiones cuando se observa que los gobiernos muestran un creciente inter錕絪 en inmiscuirse en las pol錕絫icas de los dem錕絪, y esas tensiones se deben tratar con habilidad y flexibilidad pol錕絫ica. A medida que se ampl錕絘 el campo de la creaci錕絥 internacional de normas jur錕絛icas y de la coordinaci錕絥 de pol錕絫icas, y que el concepto de pol錕絫icas nacionales se reduce, es necesario ocuparse adecuadamente de la protecci錕絥 de la diversidad y la preservaci錕絥 de la democracia. Al mismo tiempo, se debe reconocer que los argumentos defensivos basados en la soberan錕絘 son realmente enga錕給sos. En el mundo, de hoy la aut錕絥tica expresi錕絥 de soberan錕絘 es la capacidad de los gobiernos elegidos democr錕絫icamente de articular los intereses de sus representados por medio de negociaciones y compromisos internacionales.
En t錕絩minos sociales, la gesti錕絥 de la mundializaci錕絥 constituye tambi錕絥 una prueba importante. Es err錕絥eo suponer que la apertura de los mercados, la continuaci錕絥 de la integraci錕絥 econ錕絤ica internacional y la liberalizaci錕絥 del comercio ser錕絥 siempre procesos indoloros. Es probable que cierto n錕絤ero de personas se vean desplazadas por los cambios en la asignaci錕絥 de recursos derivados de estos procesos. Sin embargo, debemos tener claridad en nuestra visi錕絥 de conjunto. El aumento de la eficiencia a causa de la especializaci錕絥 inducida por el comercio, estimula la actividad econ錕絤ica y crea empleo, compensando con creces los puestos de trabajo que se puedan perder a causa del desplazamiento de mano de obra. La gesti錕絥 de esta transici錕絥 y de las consecuencias distributivas del cambio constituye una responsabilidad fundamental de los gobiernos, pero es evidente que esta responsabilidad no se podr錕?cumplir si se da la espalda al mercado mundial.
La mundializaci錕絥 no desaparecer錕? Los responsables de formular las pol錕絫icas no podr錕絘n detener este proceso, incluso si quisieran hacerlo. No se trata de algo opcional, sino que forma parte normalmente de nuestra vida cotidiana de muchas maneras. La 錕絥ica cuesti錕絥 real es si vamos a acompa錕絘r su avance mediante pol錕絫icas nacionales que nos ayuden a adaptarnos a la realidad del cambio sin tener que soportar un costo social intolerable.
Desde el punto de vista internacional, la disyuntiva es si este proceso inevitable tendr錕?lugar en el marco de un sistema basado en normas convenidas o simplemente mediante un juego de fuerzas. Durante el per錕給do de posguerra hemos tratado por lo general de seguir el primer camino. Abandonarlo ahora significar錕絘 cambiar la historia econ錕絤ica -y quiz錕?tambi錕絥 la historia pol錕絫ica- del mundo de un modo que ser錕絘 peligroso para toda su poblaci錕絥.
III
Los primeros 18 meses de la OMC: luces y sombras
Antes de pasar a lo que a mi juicio son algunas de las cuestiones principales que deberemos abordar en los pr錕絰imos meses y a錕給s, deseo examinar brevemente con ustedes el primer a錕給 y medio de existencia de la OMC. El panorama ofrece luces y sombras, compromisos puestos en pr錕絚tica y otros en los que a錕絥 queda tarea por realizar.
Entre las luces o aspectos descollantes figuran los siguientes:
- aplicaci錕絥 de los acuerdos de la Ronda Uruguay: el comienzo ha sido bueno, pero no cabe la complacencia. La aplicaci錕絥 completa y r錕絧ida de los compromisos es esencial para la credibilidad de la OMC y para crear la confianza necesaria para explorar el programa de cuestiones comerciales que tenemos por delante;
- soluci錕絥 de diferencias: tenemos ahora un mecanismo m錕絪 eficaz y cre錕絙le para la soluci錕絥 de las diferencias comerciales. Hasta la fecha, se han planteado ante la OMC 38 reclamaciones, y un n錕絤ero importante de casos se ha resuelto "extrajudicialmente", es decir, en la etapa de consultas, que constituye una parte esencial del procedimiento. Esto demuestra categ錕絩icamente el efecto disuasivo del sistema;
- establecimiento del 錕絩gano de Apelaci錕絥, que acaba de adoptar su primera decisi錕絥, una decisi錕絥 muy dif錕絚il habida cuenta de los numerosos criterios que estaban en juego;
- aumento del n錕絤ero de Miembros: la OMC tiene ahora 121 Miembros. El hecho de que 29 pa錕絪es est錕絥 negociando su adhesi錕絥 (incluidas China y Rusia) demuestra la vitalidad y el atractivo que ejerce el sistema multilateral. Es posible que los distintos pa錕絪es se adhieran a la OMC en procura de beneficios econ錕絤icos, pero la comunidad mundial se beneficiar錕?tambi錕絥 de unas relaciones internacionales m錕絪 estables. Es evidente que nos estamos acercando al logro del objetivo, durante tanto tiempo perseguido, de un sistema multilateral de comercio de composici錕絥 universal, basado no en requisitos de adhesi錕絥 menos estrictos, sino en la voluntad reforzada de los gobiernos, de participar plenamente en la mundializaci錕絥 de la econom錕絘;
- comercio y medio ambiente: el Comit錕?de Comercio y Medio Ambiente de la OMC tiene un programa de amplio alcance, que ya ha examinado en parte. Estas deliberaciones han aportado una buena base para la realizaci錕絥 de nuevos progresos en esta esfera tan importante -aunque a menudo objeto de controversias-, aclarando las cuestiones que est錕絥 en juego y aproximando puntos de vista divergentes. En su informe a la Conferencia Ministerial de Singapur, el Comit錕?estar錕?en condiciones de definir mejor las esferas que ser錕絥 objeto de un examen ulterior y podr錕?sugerir algunas mejoras en las pol錕絫icas encaminadas a recoger los postulados ecol錕絞icos, mejorando o facilitando al mismo tiempo el comercio internacional.
Las sombras aparecen cuando recordamos que la aplicaci錕絥 incluye tambi錕絥 el compromiso, asumido al finalizar la Ronda Uruguay, de proseguir las negociaciones en cuatro sectores importantes del comercio de servicios. Ahora que disponemos por lo menos de resultados provisionales en tres de estos sectores -servicios financieros, movimiento de personas f錕絪icas (quienes prestan los servicios) y telecomunicaciones b錕絪icas-, desear錕絘 decir algo acerca de lo que se ha conseguido y de lo que a錕絥 queda por hacer.
Recordar錕絥 ustedes que en julio pasado la negociaci錕絥 sobre los servicios financieros culmin錕?con un 錕絰ito modesto: 29 pa錕絪es acordaron mejorar sus compromisos con arreglo al Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios, pero los Estados Unidos consideraron que el conjunto no era satisfactorio y no pudieron presentar ninguna oferta sobre el futuro acceso a su mercado de servicios financieros. Las negociaciones proseguir錕絥 en 1997 y espero que entonces se acordar錕?un conjunto de compromisos mejorado, con la plena participaci錕絥 de los Estados Unidos. En las negociaciones sobre telecomunicaciones b錕絪icas, que culminaron el 30 de abril, se alcanz錕?un resultado muy interesante y valioso de ofertas de apertura de mercados, adem錕絪 de progresos considerables en materia de competencia y en lo relativo al comportamiento de los monopolios de Estado. Pero tampoco en este caso fue posible culminar las negociaciones porque los Estados Unidos consideraron que los resultados no eran satisfactorios. Los negociadores acordaron preservar los resultados alcanzados hasta entonces con el objetivo de que se puedan mejorar a錕絥 m錕絪 en un breve per錕給do de nuevas negociaciones que se celebrar錕絥 en enero y febrero del pr錕絰imo a錕給, manteniendo la fecha del 1. de enero de 1998 para su entrada en vigor. Considero que este proceso tambi錕絥 se podr錕?concluir satisfactoriamente en 1997.
La cuarta negociaci錕絥 sectorial, relativa al transporte mar錕絫imo, se est錕?realizando actualmente. Tambi錕絥 en este sector se tropieza con dificultades, a ra錕絲 de una declaraci錕絥 formulada por los Estados Unidos en el sentido de que no realizar錕絥 una oferta, en vista de su evaluaci錕絥 de las ofertas formuladas por otras partes. Debemos asegurar que, pese a ello, es posible obtener resultados aceptables hacia fines de junio, aunque ello no ser錕? f錕絚il.
Es demasiado pronto para hacer un balance definitivo. No obstante, considero que por lo menos se puede extraer una conclusi錕絥 preliminar. No es imposible que una negociaci錕絥 en un sector particular produzca resultados valiosos e incluso sorprendentemente buenos. Las negociaciones sobre las telecomunicaciones lo demostraron y, a mi juicio, los resultados de las negociaciones sobre servicios financieros fueron tambi錕絥 mucho mejores que lo que cab錕絘 esperar de una breve negociaci錕絥 en un sector 錕絥ico y sumamente sensible.
Por supuesto, no debemos subestimar las consecuencias de no haberse cumplido el plazo del 30 de abril para la conclusi錕絥 formal de las negociaciones sobre telecomunicaciones, ni de los resultados obtenidos hasta ahora en materia de servicios financieros. Sin embargo, ser錕絘 igualmente err錕絥eo exagerarlas. La historia de las negociaciones internacionales -especialmente las negociaciones comerciales- abunda en metas no alcanzadas. Si permitimos que esto se convierta en una tragedia s錕絣o conseguiremos dificultar el avance para llegar a un feliz t錕絩mino.
Un 錕絣timo comentario: estas negociaciones fueron catalogadas como asuntos pendientes porque no fue posible terminarlas ni siquiera en el momento m錕絞ico de la conclusi錕絥 de la Ronda Uruguay. Por lo tanto, se las debe incluir por definici錕絥 entre los casos m錕絪 dif錕絚iles. En consecuencia, no deber錕絘 sorprender que no pudieran resolverse en una nueva tentativa, si bien hasta ahora ninguna de ellas ha terminado en un rotundo fracaso. Por este motivo no podemos aceptar un rev錕絪 en el sector mar錕絫imo.
IV
La ruta a Singapur
En esta situaci錕絥 de luces y sombras se est錕?preparando la primera Conferencia Ministerial de la OMC, que se celebrar錕?en Singapur en el mes de diciembre. La Conferencia Ministerial brindar錕?ciertamente la oportunidad de definir lo logrado durante estos dos a錕給s, pero la fuerza pol錕絫ica que se concentrar錕?all錕?se podr錕絘 desaprovechar si adem錕絪 no nos proponemos metas m錕絪 ambiciosas. Perm錕絫anme describir someramente algunas esferas en las que cabe razonablemente esperar que la Conferencia de Singapur ayude al sistema multilateral a avanzar como corresponda.
Una de estas esferas es la mayor liberalizaci錕絥 del comercio de bienes y servicios, por medio del perfeccionamiento de las normas comerciales. Se debate actualmente qu錕?significa en realidad una mayor liberalizaci錕絥. Algunas delegaciones no desean modificar los compromisos ya asumidos al concluir la Ronda Uruguay, y prefieren mantener el horizonte temporal de los a錕給s 1999 錕?2000. Otras, por el contrario, sugieren que se considere la posibilidad de incluir reducciones arancelarias aceleradas o adicionales y de continuar trabajando en la esfera de los servicios profesionales y en la armonizaci錕絥 de las normas t錕絚nicas y la simplificaci錕絥 de las normas de origen. Mientras proseguimos las deliberaciones preparatorias surgir錕絥 sin duda otras posibilidades.
Los debates que se est錕絥 realizando en diversos pa錕絪es sobre la liberalizaci錕絥 del comercio en materia de tecnolog錕絘 de la informaci錕絥 constituyen un acontecimiento particularmente alentador, que tambi錕絥 deber錕絘 complementar y reforzar la apertura del sector de los servicios de telecomunicaciones. Espero que todo eventual acuerdo se concertar錕?sobre una base multilateral, a fin de aprovechar al m錕絰imo sus beneficios para la econom錕絘 mundial y el sistema de comercio.
En Singapur, los Ministros tendr錕絥 tambi錕絥 ante s錕?el programa de trabajo impl錕絚ito de la OMC, es decir, los compromisos existentes de comenzar nuevas negociaciones en los sectores de la agricultura, los servicios y otras esferas antes del final del presente siglo. Este "programa de trabajo impl錕絚ito" tambi錕絥 abarca algunos de los otros temas que varios Miembros han propuesto para el programa de trabajo de la OMC, como las inversiones y la competencia. Desear錕絘 decir algo acerca de cada uno de ellos.
En lo que respecta a las inversiones, la mundializaci錕絥 ha reducido notablemente la utilidad de las distinciones que los responsables de formular las pol錕絫icas sol錕絘n establecer entre las diferentes formas de acceso a los mercados.
En estas circunstancias, me parece que no hay ninguna raz錕絥 para no disponer de normas multilaterales en materia de inversiones mientras que tenemos normas multilaterales en la esfera del comercio. En la Ronda Uruguay, tras la negociaci錕絥 sobre las medidas en materia de inversiones relacionadas con el comercio -o MIC- se decidi錕?examinar las cuestiones relativas a las inversiones con el objeto de determinar si el Acuerdo sobre las MIC se deb錕絘 complementar con disposiciones en materia de inversiones. Por otra parte, las negociaciones sobre el comercio de servicios dieron origen a compromisos sustanciales sobre inversiones en una amplia variedad de sectores. Esos compromisos se refieren al derecho de los inversores extranjeros a establecerse y a realizar actividades comerciales una vez establecidos. Adem錕絪 de estos compromisos relativos a sectores determinados, los Miembros de la OMC se han comprometido a conceder el trato n.m.f. a todo el comercio en la totalidad de los sectores de servicios, con excepci錕絥 de los relativamente pocos casos en los que se han previsto excepciones limitadas al trato n.m.f.
Sin perjuicio de la importancia de los resultados que ya hemos alcanzado en materia de servicios, considero que necesitamos en la OMC un enfoque m錕絪 horizontal e integral respecto de las inversiones, especialmente porque hasta ahora nada se ha hecho en la esfera de las mercanc錕絘s. En este terreno, las normas multilaterales se deben basar en los principios de la OMC del trato n.m.f. y del trato nacional, aportando as錕?una contribuci錕絥 a un marco normativo que d錕?aliento y protecci錕絥 a las inversiones extranjeras, especialmente en la gran mayor錕絘 de los pa錕絪es en desarrollo y los pa錕絪es menos adelantados, que en la actualidad est錕絥 bastante al margen de las corrientes principales de las inversiones extranjeras directas. La OCDE, as錕?como otros acuerdos comerciales regionales, ya han elaborado o est錕絥 en v錕絘s de elaborar normas internacionales sobre inversiones, pero considero que los gobiernos reconocer錕絥 cada vez m錕絪 la necesidad de actuar en este terreno en el marco de un contexto m錕絪 global.
Al no existir un s錕絣ido marco multilateral, existe el riesgo de una proliferaci錕絥 de reg錕絤enes, que podr錕絘n ser incompatibles e incluso discriminatorios con respecto a las inversiones extranjeras. La cuesti錕絥 es c錕絤o asegurar en esta materia una dimensi錕絥 verdaderamente multilateral, que tenga en cuenta no s錕絣o el papel de las inversiones en el marco del sistema internacional de comercio, sino tambi錕絥 el inter錕絪 com錕絥 que tienen los pa錕絪es industrializados y los pa錕絪es en desarrollo en asegurar un clima favorable para las inversiones. Es dif錕絚il imaginar que se pueda encontrar una respuesta fuera de la OMC. Hay en la actualidad m錕絪 de 900 tratados bilaterales sobre inversiones, y si todos los pa錕絪es del mundo participaran en tales acuerdos se necesitar錕絘n alrededor de 20.000 tratados bilaterales. Este hecho da una clara respuesta a quienes propugnan la superioridad de un enfoque bilateral. Me cuesta imaginar que los c錕絩culos empresariales acojan de buen grado tal abundancia de reg錕絤enes. Resulta claramente preferible contar con un marco 錕絥ico, aplicable en todos los pa錕絪es, tanto los industrializados como los pa錕絪es en desarrollo, que quedar錕絘n sometidos a las mismas normas y disciplinas, y con un 錕絥ico procedimiento de aplicaci錕絥.
El Acuerdo sobre las MIC prev錕?tambi錕絥 que se examine la necesidad de adoptar normas sobre la pol錕絫ica de competencia. El GATT y la OMC han tratado de fortalecer la competencia durante los 錕絣timos 50 a錕給s por medio del fomento de la liberalizaci錕絥 del comercio. Las cuestiones de competencia fueron abordadas m錕絪 expl錕絚itamente en la Carta de La Habana y se incluyeron en el programa de la Ronda Uruguay por el cauce de las negociaciones sobre telecomunicaciones b錕絪icas. Creo que es importante que examinemos esta cuesti錕絥 detenidamente en el marco de la OMC. A medida que las pol錕絫icas establecidas y apoyadas por las autoridades son menos restrictivas para el comercio, la atenci錕絥 se centra cada vez m錕絪 en los obst錕絚ulos al comercio mantenidos por las empresas, es decir, los obst錕絚ulos inherentes a la estructura de los mercados y que no dependen de ninguna pol錕絫ica oficial.
En primer lugar, es necesario que determinemos cu錕絥 arraigados est錕絥 esos obst錕絚ulos y qu錕? problemas entra錕絘n. En segundo lugar, debemos preguntarnos si esos obst錕絚ulos se deben tratar en el 錕絤bito nacional o si necesitamos disciplinas internacionales para garantizar el funcionamiento adecuado de los mercados. Y, si necesitamos efectivamente un enfoque internacional, 錕絚u錕絣 deber錕絘 ser nuestra estrategia? 錕紻ebemos establecer un derecho de acci錕絥 multilateral que pueda obligar a los gobiernos a aplicar sus pol錕絫icas de competencia nacionales, o debemos ir un paso m錕絪 adelante y establecer normas de competencia sustantivas? Se trata de cuestiones interesantes e importantes que nos corresponde abordar. Sin duda podemos aprender algo de las negociaciones sobre telecomunicaciones b錕絪icas, en las que los gobiernos sintieron claramente la necesidad de definir una serie de principios multilaterales concretos en favor de la competencia y se comprometieron a respetarlos.
Lo reconozcamos o no, la competencia se est錕?haciendo un lugar en nuestro programa de trabajo. S錕絣o falta saber cu錕絥do y c錕絤o esta cuesti錕絥 se formular錕?expl錕絚itamente.
M錕絪 all錕? del programa de trabajo impl錕絚ito, entre las cuestiones propuestas por algunos pa錕絪es figura la relativa al comercio y las normas de trabajo, tema que puede resultar el m錕絪 pol錕絤ico de todos. Nadie puede negar la importancia de las normas de trabajo fundamentales que se han acordado internacionalmente. No obstante, ahora se trata de determinar cu錕絣 es su relaci錕絥 con el comercio y cu錕絣 es el mejor foro para examinar esa cuesti錕絥. Es por ello que este tema puede resultar pol錕絤ico. Todos compartimos la responsabilidad de no darle un car錕絚ter dram錕絫ico en la Conferencia Ministerial. Si ello sucediera, es seguro que los pueblos cuyos intereses todos deseamos proteger no obtendr錕絘n ning錕絥 beneficio.
Las propuestas incluyen tambi錕絥 el problema de la corrupci錕絥 en el comercio internacional, vinculado a la necesidad de seguir examinando la cuesti錕絥 de la contrataci錕絥 p錕絙lica; el regionalismo y la adaptaci錕絥 de las normas comerciales a la econom錕絘 mundial. La cuesti錕絥 de las repercusiones de los precios de los productos b錕絪icos, los tipos de cambio y la deuda en los ingresos de exportaci錕絥 de los pa錕絪es en desarrollo se ha planteado verbalmente.
Es necesario abordar estas sugerencias con objetividad y atenci錕絥, de conformidad con el principio de consenso que ha guiado siempre al sistema multilateral. La creaci錕絥 de un consenso en estas cuestiones ser錕?sin duda muy dif錕絚il, pero el sistema multilateral de comercio ha sabido vencer obst錕絚ulos semejantes en el pasado (por ejemplo, cuando se introdujeron las cuestiones de los servicios y el medio ambiente).
Uno de los cambios m錕絪 notables que se han registrado en el comercio mundial durante el 錕絣timo decenio ha sido la desaparici錕絥 de la divisi錕絥 Norte-Sur, un acontecimiento tan significativo como el derrumbe del muro de Berl錕絥. Este cambio se puede atribuir en gran medida a la extensi錕絥 de las pol錕絫icas de liberalizaci錕絥 y apertura de los mercados a todos los pa錕絪es, cualquiera sea su nivel de desarrollo. Una de las prioridades de la Conferencia de Singapur ser錕?mantener esta nueva unidad.
Si deseamos avanzar en la elaboraci錕絥 de un programa de trabajo sobre cuestiones comerciales para el siglo XXI, es esencial que todos los miembros del sistema de comercio conf錕絜n firmemente en que el funcionamiento de este sistema es beneficioso para sus intereses.
V
Los retos que tenemos por delante
Configurar el sistema de comercio del pr錕絰imo siglo significa sobre todo dar respuesta a cuatro retos fundamentales.
El primero de ellos es mejorar lo que estamos haciendo actualmente para transmitir a la poblaci錕絥 de todos los pa錕絪es el mensaje de que la apertura del comercio y el sistema multilateral son beneficiosos para sus intereses. Debemos reconocer que el r錕絧ido avance de la integraci錕絥 mundial ha contribuido a generar un clima de incertidumbre en muchas sociedades, lo que se presta a ser explotado por quienes tratan de vender los falsos remedios del proteccionismo y la xenofobia. Lo que se necesita con urgencia es que los gobiernos, el sector privado y los c錕絩culos universitarios trabajen conjuntamente para reafirmar de forma persuasiva y con claridad la verdad que los 錕絣timos 50 a錕給s de nuestra historia muestran tan claramente: que la libertad de comercio en el marco de las normas del sistema multilateral es la clave del crecimiento y, por ende, de todas nuestras esperanzas de gozar de una existencia m錕絪 pr錕絪pera y estable.
El segundo reto consiste en respetar y fortalecer el contrato fundamental que une actualmente a pa錕絪es que ocupan todos los niveles de desarrollo econ錕絤ico. El mundo industrializado tiene que mantener abiertos sus mercados y mejorar esta apertura en los a錕給s venideros. Por su parte, los pa錕絪es en desarrollo deben continuar sus reformas de liberalizaci錕絥 e integrarse m錕絪 en el sistema mundial. Y unos y otros, los pa錕絪es industrializados y los pa錕絪es en desarrollo, deben colaborar para mejorar la situaci錕絥 de los pa錕絪es menos adelantados.
Considero que la elevaci錕絥 del nivel de vida en esos pa錕絪es es una de las tareas m錕絪 urgentes a que nos debemos dedicar. Se ha estimado que mientras que la renta por habitante aumentar錕?un 80 por ciento de promedio en el Asia Oriental desde ahora hasta el a錕給 2005, en el 錕絝rica subsahariana el aumento s錕絣o ser錕?del 8 por ciento. 錕紺錕絤o podemos contribuir a reducir esta brecha que no deja de ahondarse y a fomentar el desarrollo en los pa錕絪es m錕絪 pobres?
Al menos debemos velar por que los bienes y los servicios producidos por esos pa錕絪es tengan un acceso libre y seguro a todos los mercados. Ser錕絘 錕絫il un compromiso de consolidar a nivel cero todos los aranceles que se aplican a estos pa錕絪es y de eliminar en una fecha precisa todas las restricciones cuantitativas que a錕絥 limitan sus exportaciones. Existen muchas otras maneras en que podemos ayudarles, tales como mejorar su acceso a las inversiones (otro motivo para examinar esta cuesti錕絥 en la OMC), alentar las iniciativas regionales entre los pa錕絪es menos adelantados y aplicar a sus productos normas de origen m錕絪 flexibles.
Igual importancia reviste la creaci錕絥 de capacidad institucional y humana en esos pa錕絪es, de modo que puedan aprovechar plenamente las nuevas oportunidades. Esto exige la adopci錕絥 de nuevos planteamientos en la cooperaci錕絥 entre los organismos que prestan asistencia t錕絚nica y tambi錕絥 en los medios utilizados para ello.
La OMC se ha puesto en marcha en esa direcci錕絥, elaborando un plan integrado de cooperaci錕絥 t錕絚nica con la UNCTAD y el Centro de Comercio Internacional, que patrocinamos de forma conjunta. Resulta claro que a錕絥 quedan cosas por hacer para fomentar esa cooperaci錕絥. Tambi錕絥 debemos trabajar en estrecha relaci錕絥 con los dem錕絪 organismos competentes para explotar al m錕絰imo las oportunidades que ofrece la nueva tecnolog錕絘 de las comunicaciones a fin de ampliar el alcance y los resultados duraderos de nuestros esfuerzos encaminados a crear capacidad.
Por 錕絣timo, es necesario dedicar una profunda atenci錕絥 a la situaci錕絥 de los pa錕絪es en desarrollo importadores netos de productos alimenticios que, por diversas razones, est錕絥 haciendo frente a un aumento de precios de diversos productos agr錕絚olas.
El tercer reto es la universalidad, es decir, la necesidad de incorporar a China, Rusia y todos los dem錕絪 pa錕絪es que a錕絥 no forman parte del sistema de la OMC. S錕絣o cuando esto se consiga podremos recoger todos los frutos de un sistema de comercio mundial basado en normas. Nadie se hace ilusiones de que este proceso ser錕?f錕絚il. En particular, la adhesi錕絥 de grandes econom錕絘s en transici錕絥 plantea importantes cuestiones de fondo cuya soluci錕絥 exige establecer un balance aceptable entre las aspiraciones de los pa錕絪es candidatos, los intereses de los Miembros existentes y la necesidad de salvaguardar la integridad del sistema y de sus normas. Estas cuestiones no tienen una soluci錕絥 pol錕絫ica inmediata. Los Miembros existentes y los que aspiran a la adhesi錕絥 comparten por igual la responsabilidad de asegurar que las negociaciones de adhesi錕絥 avancen tan r錕絧idamente como sea posible, pero de un modo que fortalezca al sistema en su conjunto.
El cuarto reto es comprender la relaci錕絥 que existe entre el regionalismo y el sistema multilateral de comercio. No han transcurrido a錕絥 15 a錕給s desde que se produjo la impresionante proliferaci錕絥 de acuerdos regionales, que se han convertido en el rasgo sobresaliente de las relaciones econ錕絤icas internacionales de nuestros d錕絘s. En 1980, s錕絣o hab錕絘 un n錕絤ero relativamente peque錕給 de uniones aduaneras y zonas de libre comercio, pero en la actualidad casi todos los Miembros de la OMC forman parte de uno o m錕絪 acuerdos de comercio regional. Con excepci錕絥 de la Comunidad Europea, los acuerdos que exist錕絘n hace 15 a錕給s sol錕絘n tener un alcance limitado y se centraban principalmente, sino de forma exclusiva, en el establecimiento de aranceles preferenciales. Se puede decir que la nueva oleada de acuerdos comerciales regionales, como tantas otras cosas, se ha iniciado en Am錕絩ica del Norte.
En efecto, el Canad錕?desempe錕斤拷 un papel inicial y decisivo en el establecimiento de un acuerdo de libre comercio en Am錕絩ica del Norte, que pronto se ampli錕?para constituir el Tratado de Libre Comercio de Am錕絩ica del Norte. Y actualmente existen planes para establecer un acuerdo hemisf錕絩ico de libre comercio, que se basar錕絘 en los acuerdos existentes en Am錕絩ica del Sur, tales como el MERCOSUR, el Pacto Andino y el Mercado Com錕絥 Centroamericano. En Asia, vemos que la ASEAN ha ampliado recientemente su alcance geogr錕絝ico y ha profundizado el proceso de integraci錕絥. Los pa錕絪es del Asia meridional tambi錕絥 est錕絥 elaborando un acuerdo regional. Y, por supuesto, tenemos el APEC que, si bien por ahora no supone preferencias comerciales entre sus miembros, encarna una ambiciosa idea de libre comercio entre los pa錕絪es de Asia y tambi錕絥 a trav錕絪 del Pac錕絝ico, incluyendo a Am錕絩ica del Norte y del Sur. En 錕絝rica se est錕絥 elaborando varios acuerdos regionales. En Europa, la Uni錕絥 Europea ha construido una compleja jerarqu錕絘 de acuerdos preferenciales con sus vecinos inmediatos, y tiene en perspectiva otros planes m錕絪 amplios. La idea de un acuerdo transatl錕絥tico de libre comercio tambi錕絥 ha suscitado 錕絣timamente un considerable inter錕絪.
El impulso de liberalizaci錕絥 regional no es en s錕?mismo un motivo de alarma para los defensores del sistema multilateral. Las iniciativas regionales pueden contribuir de manera importante al desarrollo de normas y compromisos multilaterales, y en ciertas regiones, como el 錕絝rica subsahariana, pueden constituir un punto de partida fundamental para la integraci錕絥 de los pa錕絪es menos adelantados en la econom錕絘 mundial. En el nivel m錕絪 b錕絪ico, la divergencia real es la que separa la liberalizaci錕絥 -en cualquiera de sus niveles- del proteccionismo. Vistas desde esta perspectiva, las iniciativas regionales y multilaterales deben estar en el mismo campo, apoy錕絥dose y reforz錕絥dose mutuamente.
Sin embargo, la propia magnitud y la ambici錕絥 de algunas iniciativas regionales recientes indican que no podemos dar por sentada esta complementariedad, si es que en alg錕絥 caso esto se pudo dar por sentado. Necesitamos una clara declaraci錕絥 de principios, sostenidos por compromisos firmes, a fin de garantizar que los esquemas regionales no funcionen como una fuerza centr錕絝uga disgregando el sistema multilateral.
A mi entender, la respuesta se puede hallar en el principio enunciado por algunas de las nuevas agrupaciones regionales, o sea, el regionalismo abierto.
Por supuesto, debemos tener claro lo que significa el regionalismo abierto. Entre las distintas posibilidades, creo que hay dos modalidades b錕絪icas.
La primera consiste en asegurar que toda zona preferencial prevista ser錕?compatible con los requisitos jur錕絛icos del sistema multilateral. Seg錕絥 las disposiciones vigentes, esas zonas podr錕絘n ser al mismo tiempo jur錕絛icamente compatibles con las normas de la OMC y tener un car錕絚ter preferencial, lo que significa que podr錕絘n constituir una excepci錕絥 a la cl錕絬sula de la naci錕絥 m錕絪 favorecida, que es el principio b錕絪ico del sistema multilateral. La posibilidad de establecer en el marco normativo esa excepci錕絥 legal al principio n.m.f. fue concebida en una 錕絧oca y en una situaci錕絥 completamente diferentes. En la actualidad, con la proliferaci錕絥 de agrupaciones regionales, la excepci錕絥 podr錕絘 convertirse en la regla, y esto podr錕絘 suponer el riesgo de una modificaci錕絥 completa de la naturaleza del sistema.
La segunda interpretaci錕絥 del regionalismo abierto es la que expresa un cierto n錕絤ero de pa錕絪es, algunos de los cuales son miembros del APEC o del MERCOSUR. En esta hip錕絫esis, la eliminaci錕絥 gradual de los obst錕絚ulos al comercio en el interior de una agrupaci錕絥 regional se aplicar錕絘 aproximadamente con el mismo ritmo y el mismo calendario que la reducci錕絥 de obst錕絚ulos con respecto a los no miembros. Esto significar錕絘 que la liberalizaci錕絥 regional -tanto en la pr錕絚tica como en la legislaci錕絥- ser錕絘 en general compatible con el principio n.m.f.
La elecci錕絥 entre estas opciones es decisiva, ya que ambas dar錕絘n lugar a resultados muy diferentes. En el primer caso, en no m錕絪 de 20 錕?25 a錕給s llegar錕絘mos a una divisi錕絥 del comercio mundial en dos o tres zonas preferenciales intercontinentales; cada una de ellas tendr錕絘 sus propias normas y habr錕絘 un sistema de libre comercio en el interior de cada zona, pero seguir錕絘n existiendo obst錕絚ulos externos entre los bloques.
錕紸lguno de nosotros desea un mundo semejante?
Dejo que ustedes imaginen las posibles consecuencias de este panorama en t錕絩minos de estabilidad y seguridad mundiales. Por ejemplo, 錕絛錕絥de estar錕絘n China y Rusia en un mundo as錕?
La segunda opci錕絥 apunta hacia la convergencia gradual del regionalismo y el multilateralismo sobre la base de objetivos y principios compartidos, principalmente el respeto del principio n.m.f. Al final tendr錕絘mos un mercado mundial libre, regido por normas y disciplinas internacionalmente acordadas y aplicables a todos y con la capacidad de asegurar el respeto de los derechos y obligaciones que todos habr錕絘n aceptado libremente. En un mundo as錕?habr錕絘 y deber錕絘 haber sitio para China, Rusia y todos los dem錕絪 candidatos a adherirse a la OMC.
Dada la realidad del regionalismo y la necesidad de mantener la importancia decisiva del sistema multilateral, la cuesti錕絥 consiste en determinar cu錕絣 es la mejor manera de asegurar esta convergencia gradual.
Por ejemplo, 錕絪e deber錕絘 dejar a cargo de esfuerzos unilaterales concertados o deber錕絘 ser objeto de una negociaci錕絥 multilateral, del mismo modo que las anteriores ampliaciones de la Comunidad Europea contribuyeron a poner en marcha las anteriores Rondas del GATT?
錕紻eber錕絘mos tratar de establecer un plazo, en el cual a la liberalizaci錕絥 regional del acceso a los mercados deber錕絘 seguir su ampliaci錕絥 en r錕絞imen n.m.f. o bien la iniciaci錕絥 de negociaciones multilaterales?
Cuando las agrupaciones regionales establecen nuevas normas comerciales, 錕絛eber錕絘mos tratar de acordar un mecanismo y un marco temporal para ponerlas en plena conformidad con las normas multilaterales cuando ellas existan? En los casos en que por ahora no existen normas de la OMC equivalentes, tendr錕絘mos que prever un calendario para negociar la aplicaci錕絥 multilateral de las normas regionales.
El mantenimiento de la primac錕絘 de las normas y el sistema de soluci錕絥 de diferencias de la OMC es esencial, no como un fin en s錕?mismo, sino con el objeto de evitar una Babel de jurisdicciones contradictorias que compiten entre s錕? Como he mencionado anteriormente, la evoluci錕絥 actual de las normas en materia de inversiones nos brindan un presagio de lo que esto podr錕絘 llegar a ser.
Si no defendemos la primac錕絘 de las normas multilaterales, corremos el riesgo de que en materia de soluci錕絥 de diferencias comience a funcionar una especie de Ley de Gresham, con arreglo a la cual las normas menos estrictas desplazar錕絘n a las m錕絪 severas, ya que los gobiernos escoger錕絘n la jurisdicci錕絥 que les resultara m錕絪 favorable.
Obviamente, es necesario reflexionar abundantemente sobre los mecanismos que nos permitan asegurar la convergencia de los sistemas regionales y el sistema multilateral. Tengo la esperanza de que el nuevo Comit錕?de los Acuerdos Comerciales Regionales de la OMC, con la muy id錕絥ea presidencia del Embajador del Canad錕?ante la OMC, Sr. John Weekes, aportar錕?una importante contribuci錕絥 a este proceso. Por ahora, lo importante es se錕絘lar claramente la necesidad de esta convergencia.
En definitiva, se trata de preguntarse en qu錕?clase de mundo deseamos vivir. 錕紻eseamos un mundo en el que el avance de la integraci錕絥 econ錕絤ica mundial se vea acompa錕絘do por un marco mundial de normas comerciales convenidas que aseguren la apertura y fomenten el crecimiento con estabilidad? 錕絆 bien deseamos un sistema basado en el juego de fuerzas, en el que los bloques competidores traten de regionalizar la econom錕絘 mundial, con todas las tensiones econ錕絤icas y pol錕絫icas que esto supondr錕絘?
No tengo reparo en plantear de modo tan tajante la disyuntiva entre estas dos concepciones. Si el sistema multilateral no est錕?animado por una visi錕絥 positiva y estimulante de su futuro, 錕絚錕絤o podr錕?mantener el dinamismo y la direcci錕絥? En los esquemas regionales, es usual que una concepci錕絥 pol錕絫ica oriente las iniciativas comerciales, y en muchos casos se dispone tambi錕絥 de un calendario preciso. 錕絇or qu錕?el sistema multilateral deber錕絘 ser menos ambicioso?
VI
Conclusi錕絥
Los retos que he descrito someramente ayudan a que se comprenda mejor que el comercio no es s錕絣o una cuesti錕絥 t錕絚nica, sino un asunto que reviste una gran importancia pol錕絫ica. Con la OMC, el mundo dispone ahora de un foro permanente para debatir las pol錕絫icas comerciales, y de un sistema m錕絪 eficaz para negociar compromisos y adoptar y aplicar las normas comerciales. El comercio y las pol錕絫icas comerciales han vuelto a ocupar la primera fila de las preocupaciones internacionales, conforme a lo previsto por los arquitectos de las instituciones internacionales de la posguerra. Gracias al establecimiento de la OMC y a la celebraci錕絥 -prevista para dentro de muy poco- de acuerdos amplios de cooperaci錕絥 a todos los niveles con el Banco Mundial y el FMI, la estructura institucional del comercio, las finanzas y el desarrollo no s錕絣o se ver錕?completada, sino tambi錕絥 actualizada, y podr錕?contribuir a la prosperidad y la estabilidad mundiales en el nuevo siglo. Esta mayor cooperaci錕絥 institucional constituye un paso importante hacia el desempe錕給 del mandato otorgado a la OMC por los gobiernos, de procurar una mayor coherencia en la formulaci錕絥 de las pol錕絫icas econ錕絤icas en el plano internacional.
La OMC ha sido invitada por primera vez a participar, conjuntamente con el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y las Naciones Unidas, en la Cumbre del Grupo de los 7, que re錕絥e a los dirigentes de los principales pa錕絪es industrializados, y que se celebrar錕?este a錕給 en Lyon a finales del pr錕絰imo mes. Acogemos con gran satisfacci錕絥 este reconocimiento de la importancia del sistema multilateral, no s錕絣o por lo que significa en s錕?mismo sino tambi錕絥 porque brinda una oportunidad de fortalecer la dimensi錕絥 comercial del crecimiento y el desarrollo en los pa錕絪es de todos los niveles econ錕絤icos. Muchos de los temas que examinar錕絥 los dirigentes del Grupo de los 7 seguir錕絥 la l錕絥ea de la Cumbre que el Canad錕?acogi錕?en Halifax el a錕給 pasado. El hecho de la mundializaci錕絥 ser錕?el tel錕絥 de fondo de las deliberaciones de la Cumbre, como sucede en todo debate econ錕絤ico serio. Espero que la OMC, cuya actividad se centra en el comercio -savia vital de la integraci錕絥 mundial-, podr錕?brindar respuestas pr錕絚ticas y concretas a las preguntas que se suscitan durante este proceso, especialmente la extensi錕絥 de sus beneficios a quienes est錕絥 actualmente al margen de la corriente general de la econom錕絘.
Al finalizar el pr錕絰imo a錕給, el sistema multilateral de comercio cumplir錕?50 a錕給s. Desear錕絘 que este aniversario se conmemorase adecuadamente, no s錕絣o como un reconocimiento de lo que el sistema ha significado para el crecimiento y la estabilidad del mundo a partir de 1947, sino como una ratificaci錕絥 del valor que representa para el presente y el futuro. La forma y el lugar en que esa conmemoraci錕絥 se deber錕?llevar a cabo es una cuesti錕絥 que se debe estudiar m錕絪 detenidamente, cosa que har錕絥 posiblemente los Ministros en la Conferencia que se celebrar錕?en Singapur el pr錕絰imo diciembre. Estimo, no obstante, que no debemos desperdiciar una oportunidad como 錕絪ta para renovar, a un alto nivel pol錕絫ico, nuestro compromiso en favor del sistema que constituye el cimiento de nuestra prosperidad presente y de nuestras perspectivas de futuro.
Alguien me ha hecho notar recientemente que los canadienses tienen el multilateralismo en su ADN, y es indudable que la contribuci錕絥 prestada por el Canad錕?al principio multilateral, tanto en los asuntos econ錕絤icos como en los pol錕絫icos, ha sido sobresaliente. La expresi錕絥 m錕絪 reciente de ello ha sido, por supuesto, el papel de protagonista que desempe錕斤拷 el Canad錕?en la defensa del establecimiento de la OMC al final de la Ronda Uruguay. S錕?que el TLC y otras iniciativas regionales han adquirido una gran importancia en el panorama pol錕絫ico canadiense y en la vida econ錕絤ica del pa錕絪, pero estoy convencido de que el Canad錕?demostrar錕?categ錕絩icamente que no hay ninguna contradicci錕絥 entre el activo desarrollo de las oportunidades regionales y un compromiso firme y duradero en favor del principio multilateral. En este terreno, como en muchos otros, la influencia de Sylvia Ostry seguir錕?estando presente.