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PRESS/94
4 de marzo de 1998
La visi髇 y la realidad: los cincuenta a駉s del sistema multilateral de Comercio
Se adjunta el discurso que el Director General de la OMC, Renato Ruggiero, pronunciar?hoy (4 de marzo de 1998) en W醩hington D.C., en el Foro de la Brookings Institution sobre El Sistema de Comercio Mundial: Foro sobre el Cincuentenario del GATT.
No es frecuente o韗 la historia contada por tantos de sus actores principales y quiz?es todav韆 m醩 infrecuente poder reunir a tantos de ellos. Cada uno de esos actores ha compartido con nosotros sus ideas sobre muchos eventos notables del sistema de comercio mundial.
Los seis Representantes de los Estados Unidos para las cuestiones comerciales, aqu?presentes, han sido calificados de luchadores del comercio. Pero esa es s髄o una descripci髇 limitada de sus realizaciones. Sin duda ninguna, en toda negociaci髇 comercial hay una lucha y por eso se necesitan luchadores. No obstante, la lucha es por echar puentes, abrir mercados, aumentar la libertad de elecci髇 y ampliar las oportunidades.
Por esto prefiero llamarlos pioneros de la econom韆 mundial. Hombres y mujeres, dem骳ratas y republicanos, que han establecido nuevas fronteras de interdependencia econ髆ica y de ese modo han hecho del mundo un lugar m醩 estable y en definitiva m醩 seguro.
Este evento ha sido para m?m醩 importante por la presencia de Henri Kissinger, gigante de las relaciones internacionales y constructor de la paz, cuyas realizaciones deben figurar entre las m醩 sobresalientes de este siglo.
Toda mi gratitud a la Brookings Institution y a Michael Armacost personalmente, por acoger este impresionante acto. Su generosidad s髄o es comparable con la amplitud de la visi髇 que ha hecho de esta instituci髇 un respetado contribuyente al debate de las pol韙icas p鷅licas.
Por tanto, es totalmente oportuno que este discurso trate de la visi髇. Una visi髇 muy concreta y que se ha convertido en realidad -algo bastante infrecuente en los asuntos internacionales. Esa realidad es el sistema de comercio multilateral actualmente centrado en la Organizaci髇 Mundial del Comercio y cuyo cincuentenario vamos a celebrar este a駉.
La visi髇 que impulsa el sistema fue en gran parte de inspiraci髇 estadounidense, y sigue siendo tan actual y relevante para las realidades de nuestro presente -y para los desaf韔s del futuro- como lo era al principio. Durante 50 a駉s ha fomentado el crecimiento econ髆ico y la estabilidad internacional. Hoy, en un mundo de incertidumbres, esa visi髇 y el sistema fundado en ella son un valor mundial incalculable. Al celebrarlo hoy con ustedes, deseo primero mirar al pasado para poder despu閟 ver m醩 claramente la importancia del sistema para la econom韆 global del futuro.
El mundo en que vivimos -un mundo de creciente integraci髇 econ髆ica, ciclos de desarrollo que se ampl韆n y una prosperidad sin precedentes- es en muchos aspectos la culminaci髇 de una idea surgida de la destrucci髇 causada por la Segunda Guerra Mundial.
Sin duda existen todav韆 desigualdades y pobreza a una escala inaceptablemente grande. Pero a lo largo de los 50 鷏timos a駉s el comercio ha sido un potente motor del crecimiento. En 1950, la proporci髇 entre el comercio y el PIB mundial era del 7 por ciento. Hoy representa el 23 por ciento, y una tercera parte de los 25 mayores pa韘es comerciantes son pa韘es en desarrollo. Entre 1948 y 1997, el comercio de mercanc韆s se ha multiplicado por 14, mientras que la producci髇 mundial s髄o creci?nbsp;5 veces y media. En ese mismo per韔do, el PIB aument?un 1,9 por ciento anual a precios constantes y teniendo en cuenta el crecimiento global de la poblaci髇. En un contexto hist髍ico esta cifra es sumamente elevada.
En concreto, en los 鷏timos 10 a 15 a駉s, cuando los pa韘es en desarrollo han aplicado en medida creciente pol韙icas de liberalizaci髇 del comercio, han aparecido se馻les de que la situaci髇 est?cambiando. La cuota de los pa韘es en desarrollo en el comercio mundial total ha pasado del 20 al 25 por ciento. En el sector de las manufacturas, se ha duplicado pasando del 10 al 20 por ciento y, si se mantienen las tendencias actuales, podr韆 superar el 50 por ciento hacia el a駉 2020. Adem醩, en ese mismo per韔do, 10 pa韘es en desarrollo cuya poblaci髇 conjunta es de 1.500 millones de personas han duplicado su renta por habitante.
Y si bien el desfase entre los pa韘es aumenta en algunos casos, tambi閚 es cierto que de 1990 a 1996 el crecimiento medio de los pa韘es en desarrollo fue del 5,4 por ciento, tres veces m醩 que el de las econom韆s avanzadas. En ese mismo per韔do, las exportaciones de los pa韘es industrializados hacia los pa韘es en desarrollo crecieron en promedio un 10,1 por ciento anual, mientras que las exportaciones de los pa韘es en desarrollo hacia el mundo industrializado aumentaron en promedio un 7,3 por ciento. Este es el c韗culo virtuoso de la globalizaci髇.
En la actualidad todas las grandes econom韆s del mundo siguen de modos diferentes los principios del mercado. Miles de millones de personas participan cada vez m醩 en el proceso de la globalizaci髇. Y sin embargo, la idea b醩ica subyacente al multilateralismo sigue siendo tan v醠ida para esta 閜oca de mundializaci髇 como lo fue en la posguerra -que la mejor manera de construir la prosperidad y la paz mundial es fundarlas en un comercio abierto y no discriminatorio.
En la mente de los arquitectos del orden posb閘ico esta idea ocupaba un lugar preeminente por dos razones generales. La primera era su convicci髇 de que el proteccionismo hab韆 sido para la econom韆 mundial un desastre sin paliativos. Todos hab韆n vivido la 閜oca de caos econ髆ico que fue el decenio de 1930 -cuando la introversi髇 defensiva condujo directamente al derrumbamiento del comercio internacional, a la gran depresi髇 y, en 鷏timo t閞mino, a la Guerra Mundial. Todos estaban de acuerdo en que la 鷑ica v韆 hacia la recuperaci髇 y la reconstrucci髇 econ髆ica eran los mercados abiertos y el comercio liberalizado, garantizados por un sistema de normas negociadas y exigibles.
La otra idea maestra era de car醕ter pol韙ico -el convencimiento de que el libre comercio y su funci髇 de fomento de la prosperidad econ髆ica era un elemento esencial de la estabilidad y seguridad internacional. El comercio, en un sistema basado en normas, impulsar韆 la interdependencia econ髆ica entre las naciones haciendo improbable otra guerra mundial. El principio de no discriminaci髇 impedir韆 el tipo de acuerdos y bloques exclusivistas que tanto hab韆n hecho para fomentar las rivalidades y el proteccionismo durante el per韔do entre guerras. Y todo esto se fundaba en un convencimiento fundamental de que la libertad econ髆ica entre las naciones es un requisito esencial para la libertad pol韙ica y las dem醩 libertades.
El 閤ito del sistema de comercio multilateral en los 50 鷏timos a駉s y en el trienio transcurrido desde la fundaci髇 de la OMC es evidente. Ello no obstante, hay tambi閚 numerosas se馻les de una imperiosa necesidad de renovar la defensa del comercio libre en un marco multilateral.
El principal de los puntos fuertes del sistema fue, y sigue siendo, su car醕ter normativo. Al igual que antes el GATT, la OMC se funda en compromisos contractualmente vinculantes negociados y aceptados libremente por los gobiernos y ratificados seg鷑 sus procedimientos legislativos internos -entre ellos el Congreso de los Estados Unidos. Es pues un sistema transparente y profundamente democr醫(yī)ico.
Por otra parte, el 閤ito del sistema es testimonio del vigor permanente de su principio b醩ico -la no discriminaci髇. La meta m醩 evidente del GATT era reducir los obst醕ulos al comercio -objetivo que se persigui?en ocho series sucesivas de negociaciones en las que el promedio de los aranceles aplicados a los productos industriales se redujo del 40 por ciento aproximadamente a menos del 4 por ciento. Pero otra meta igualmente importante era la de proporcionar un conjunto de normas no discriminatorio -fundado en los dos pilares del trato nacional y de la naci髇 m醩 favorecida- que ayudara a gestionar la interacci髇 entre econom韆s nacionales distintas y diferentes. Este principio central de no discriminaci髇 influy?mucho para reducir la pol韙ica del poder en las relaciones econ髆icas, garantizando a los miembros un acceso igual a la seguridad de las normas, cualquiera que fuera su tama駉 y el nivel de su desarrollo.
El tercero de los puntos fuertes del sistema ha sido su adhesi髇 a la adopci髇 de decisiones por consenso. Su existencia depend韆 no del poder o de la coerci髇 sino, en 鷏timo t閞mino, de la disposici髇 de los miembros a mantenerlo. Y lejos de debilitar o enlentecer el sistema, este principio del consenso ha resultado a lo largo de los a駉s ser una importante fuerza de cohesi髇 que ha constituido uno de los fundamentos 鷑icos e invalorables de la cooperaci髇 internacional en las cuestiones comerciales.
S髄o en los 12 鷏timos meses hemos lanzado una importante iniciativa para integrar a los pa韘es menos adelantados en la corriente principal del sistema mundial de comercio. Hemos llegado a un pacto hist髍ico sobre telecomunicaciones, que afecta a m醩 del 90 por ciento del comercio mundial. Hemos acordado suprimir los aranceles que gravan a los productos de tecnolog韆 de la informaci髇, uno de los sectores de mayor crecimiento de la econom韆 mundial. Y hemos alcanzado un acuerdo igualmente general, en el que participan 102 pa韘es, de liberalizar los servicios financieros en todo el mundo, sometiendo por vez primera a reglas multilaterales las actividades bancarias, de seguros y de valores. En conjunto estas realizaciones equivalen a una gran ronda de negociaci髇 comercial.
El valor de estos acuerdos queda garantizado por un proceso de soluci髇 de diferencias que es 鷑ico en su clase.
En sus tres a駉s de existencia la eficacia potenciada de este sistema se ha demostrado en el uso cada vez mayor que de 閘 hacen los Miembros. Los Estados Unidos han sido el gran usuario y -deseo insistir en ello- un decidido mantenedor del sistema de soluci髇 de diferencias. Pero el 閤ito del procedimiento de soluci髇 de diferencias no s髄o es porque en 閘 se llega a dictar sentencias sino porque ha adquirido un fuerte valor disuasorio que hasta ahora ha contribuido a que en una cuarta parte de los casos se consigan soluciones sin llegar al tribunal.
Naturalmente, el l韒ite del sistema es que s髄o puede operar sobre la base de normas comerciales que hayan sido aprobadas por los gobiernos y ratificadas por los Parlamentos. Por esta raz髇 es imperiosamente necesario que la comunidad internacional avance en el establecimiento de normas coordinadas en otros campos, como el del medio ambiente. Un problema ambiental necesita una respuesta ambiental, no una respuesta comercial, aun cuando las pol韙icas en ambos sectores deben apoyarse y sostenerse entre s?cada vez m醩.
En el horizonte de este siglo vemos un n鷐ero impresionante de compromisos vigentes en el programa de la OMC, entre ellos las negociaciones sobre agricultura, servicios y aspectos de la propiedad intelectual. Adem醩, pronto deben adoptarse decisiones sobre la competencia y las inversiones. Otras sugerencias, como la de nuevas negociaciones para reducir los aranceles aplicados a los productos industriales, han sido ya presentadas por algunos pa韘es. Cuando la supresi髇 de los obst醕ulos comerciales restantes adquiere nuevo impulso, nadie puede subestimar el hecho de que la funci髇 principal de la OMC sigue siendo el fomento de una mayor liberalizaci髇.
Estos intereses fundamentales, econ髆icos y pol韙icos, no han cambiado en esta 閜oca de la globalizaci髇. Al contrario. M醩 que nunca la prosperidad mundial -y la de los Estados Unidos- se funda en el mantenimiento de una econom韆 internacional abierta, basada en normas convenidas por todos. La contribuci髇 del comercio al crecimiento en los Estados Unidos ha aumentado significativamente a lo largo de los a駉s -por ejemplo, seg鷑 estimaciones las exportaciones han generado una tercera parte del crecimiento econ髆ico total en el pasado decenio. Hace una d閏ada, las exportaciones sustentaban 7 millones de puestos de trabajo en los Estados Unidos. El Departamento de Comercio prev?que en el a駉 2000 es cifra se habr?duplicado con creces y ser?de 16 millones.
Lo que ha cambiado son los desaf韔s a que actualmente se enfrenta el sistema. Uno de los que se presentar醤 en el futuro ser?el de gestionar la integraci髇 mundial aun cuando los sistemas econ髆icos nacionales sigan siendo todav韆 muy diferentes. A medida que se suprimen los obst醕ulos arancelarios, el centro de inter閟 de la pol韙ica comercial est?cambiando, dentro de las fronteras, hacia las diferencias reglamentarias y estructurales en sectores tales como las inversiones, la competencia o la pol韙ica medioambiental que influyen considerablemente en el acceso a los mercados y en las corrientes internacionales del comercio y las inversiones.
Los avances de las tecnolog韆s de la informaci髇 y las telecomunicaciones est醤 creando posibilidades para un comercio sin fronteras en sectores clave -lo que plantea importantes problemas sobre c髆o regular o gestionar una econom韆 que opera en el cyberespacio. Es evidente el caso del comercio electr髇ico, que actualmente se trata en la OMC.
Huelga recordar hoy a los aqu?presentes que estas tecnolog韆s abren posibilidades sin precedentes de llegar a una nueva frontera mundial en el siglo XXI. Vemos abrirse ante nosotros la posibilidad de que miles de millones de personas del mundo en desarrollo compartan por vez primera el acceso en pie de igualdad a la informaci髇 y los conocimientos, que son las dos materias primas m醩 vitales de la era de la informaci髇. La contracci髇 del tiempo y del espacio, que es la consecuencia de los impresionantes avances de las telecomunicaciones y las tecnolog韆s de la informaci髇, reducir?en medida significativa la marginalizaci髇 f韘ica de un n鷐ero cada vez mayor de personas. Por ejemplo, mediante el desarrollo de la telemedicina pueden abrirse horizontes nuevos en los cuidados de salud. Lo cierto es que el ritmo del desarrollo aumentar?a saltos. Por la rapidez del progreso tecnol骻ico estamos entrando actualmente en un mundo nuevo totalmente diferente.
Una econom韆 global exige a su vez un sistema de normas comerciales verdaderamente global. Adem醩 de nuestros 132 miembros, hay una lista de espera de 31 candidatos a la adhesi髇 a la OMC, otro aspecto por el que esta Organizaci髇 es 鷑ica entre los organismos internacionales.
Adherirse a la OMC no es entrar a formar parte de un foro pol韙ico o de una organizaci髇 que puede hacer pr閟tamos o donaciones; significa arduas negociaciones con los miembros actuales y muy a menudo importantes cambios de las pol韙icas nacionales para poder firmar compromisos vinculantes en todo el espectro comercial. Sin embargo, los pa韘es que se adhieren a la OMC ganan seguridad y previsibilidad en sus relaciones comerciales, y ganan tambi閚 la garant韆 de un acceso en pie de igualdad al sistema de soluci髇 de diferencias.
Lo m醩 importante de todo es que, al abrir sus econom韆s, esos pa韘es aceleran su desarrollo y sus interlocutores saben que las reformas econ髆icas multilaterales son en adelante obligatorias en un marco jur韉ico internacional.
蓅ta es una raz髇 importante por la que el proceso de adhesi髇 tiene una prioridad tan grande para la OMC. Los 31 candidatos son todos econom韆s en desarrollo o en transici髇. Entre ellos hay gigantes, como China y Rusia; antiguas Rep鷅licas Sovi閠icas del B醠tico y del Asia Central; y est醤 tambi閚 algunos de los pa韘es insulares m醩 peque駉s. El hecho de que econom韆s tan diversas, entre ellas antiguos bastiones de la planificaci髇 centralizada, hayan hecho de su adhesi髇 a la OMC un objetivo clave no permite duda ninguna de la relevancia y atractivo del sistema.
Es evidente que debemos terminar estas negociaciones lo antes posible. El proceso de integraci髇 econ髆ica mundial no esperar?por nosotros, y a todos interesa que tenga lugar en el 醡bito de las normas de la OMC. La urgencia es a鷑 mayor si consideramos que en el nuevo siglo estamos ya comprometidos a iniciar importantes nuevas negociaciones en sectores clave. Pero tambi閚 la ampliaci髇 de la OMC debe fortalecer el sistema, no diluirlo, y debe hacerse en condiciones comerciales sanas.
La creciente interdependencia de la econom韆 mundial pone de relieve la necesidad de disponer de una arquitectura m醩 adecuada para gestionar cuestiones y pol韙icas cada vez m醩 vinculadas entre s? Las finanzas, el comercio, el desarrollo, el medio ambiente, las cuestiones sociales son solamente algunas de esas interrelaciones crecientes. 蓅ta es tambi閚 una importante lecci髇 que se desprende de las perturbaciones financieras de Asia. La funci髇 del sistema comercial para dar una soluci髇 a esta crisis financiera ha sido y seguir?siendo de importancia cr韙ica. No puede haber soluci髇 sin una contribuci髇 positiva del sistema multilateral basado en normas: un sistema que ha demostrado ser un basti髇 contra las presiones proteccionistas.
Perm韙anme afirmarlo sin rodeos: 閟tos no son tiempos para el proteccionismo.
En la actualidad se necesitan los esfuerzos colectivos de todos los actores clave de la econom韆 mundial para poder resolver eficazmente este problema. Europa, Am閞ica del Norte, Am閞ica del Sur y la propia Asia deben participar en el proceso de restauraci髇 de la estabilidad y la confianza en la regi髇 afectada. Tambi閚 China y el Jap髇 deben ejercer el liderazgo regional que de ellos se espera.
El sistema multilateral, con sus compromisos vinculantes de abrir los mercados y de una liberalizaci髇 progresiva, puede proporcionar el marco comercial necesario para aceptar el reto de resolver la crisis e impedir que se repita.
Lo que hoy celebramos es un sistema de normas basadas en el consenso, capaz de incluir a todas las econom韆s del mundo. Un sistema que est?contribuyendo a derruir barreras no s髄o entre las econom韆s sino tambi閚 entre los pueblos. Un sistema que est?tejiendo una red de interdependencia econ髆ica que motiva entre nosotros un inter閟 com鷑 en nuestra prosperidad mutua. Y un sistema que est?contribuyendo a nivelar la condici髇 humana con la difusi髇 de la tecnolog韆 y los conocimientos, creando una visi髇 mundial adem醩 de una econom韆 mundial.
Si el desaf韔 de la guerra fr韆 era el modo de gestionar un mundo dividido, el desaf韔 que se presenta ante nosotros despu閟 de la guerra fr韆 es el de gestionar un mundo cada vez m醩 profundamente interdependiente.
蓅ta es tambi閚 la raz髇 por la que la importancia del comercio ha sobrepasado siempre al comercio mismo. Uno de los ejemplos m醩 sorprendentes de los 50 鷏timos a駉s ha sido la manera en que la liberalizaci髇 del comercio ha contribuido a transformar la rivalidad hist髍ica entre Francia y Alemania en un poderoso v韓culo que ha hecho de esos dos pa韘es el coraz髇 de la construcci髇 europea.
La celebraci髇 del cincuentenario tiene lugar tambi閚 en un momento de r醦ida expansi髇 de los sistemas comerciales regionales. Hay en vigor actualmente m醩 de 90 acuerdos regionales preferenciales, y m醩 de las tres cuartas partes de ellos han entrado en vigor en los cuatro 鷏timos a駉s. En m醩 de la tercera parte de esos acuerdos participa la Comunidad Europea.
Es indudable su contribuci髇 a promover la liberalizaci髇. Y sin embargo la l骻ica del regionalismo tiene menos sentido econ髆ico en una era de globalizaci髇.
A medida que la producci髇 y la distribuci髇 adquieren un car醕ter cada vez m醩 mundial y las econom韆s son m醩 integradas y m醩 impulsadas por tecnolog韆s sin fronteras, nadie tiene inter閟 econ髆ico en un sistema fragmentado con normas fragmentadas y un sistema de soluci髇 de diferencias tambi閚 fragmentado.
Los Jefes de Estado y de Gobierno ya han acordado el libre comercio en el Pac韋ico, el libre comercio en las Am閞icas, el libre comercio en Europa y entre Europa y los pa韘es del Mediterr醤eo. Ahora se abre la perspectiva de crear nuevas zonas de libre comercio entre Europa y las naciones del 羏rica Subsahariana, el Caribe y el Pac韋ico y existe tambi閚 la posibilidad del libre comercio entre ambos lados del Atl醤tico. Se prev?que estas numerosas iniciativas ejercer醤 todos sus efectos dentro de los pr髕imos 20 a駉s.
縌u? nos impide entonces dar el paso l骻ico siguiente del libre comercio mundial?
En los pr髕imos a駉s, al acercarnos a las fechas establecidas para culminar los diversos acuerdos regionales, tenemos que definir mejor la clase de futuro que queremos. 縌ueremos un mundo basado en la no discriminaci髇 y basado tambi閚 en normas de alcance mundial? 縊 queremos un mundo muy diferente, fragmentado en unas pocas grandes zonas de comercio regionales, con normas diferentes y basado, por definici髇, en la discriminaci髇 entre interlocutores comerciales?
Las implicaciones de esta opci髇 van mucho m醩 all?del sistema de comercio.
Para evitar una peligrosa ambig黣dad en cuanto al futuro de la econom韆 mundial y para mantener una relaci髇 de apoyo mutuo entre las zonas regionales actuales y futuras y el sistema multilateral, tenemos que esclarecer nuestra propia visi髇.
Y ning鷑 tiempo mejor que el cincuentenario del sistema multilateral de comercio para reiterar sin que quede lugar a ninguna duda que nuestra 鷏tima meta sigue siendo el establecimiento de un sistema mundial de libre comercio basado en normas, como principal elemento de una estrategia de desarrollo y seguridad mundiales en el siglo XXI.
FIN