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MINISTERIAL DE LA OMC (DOHA, 2001): DECLARACI覰  
Lunes 30 de julio de 2001

Declaraci髇 del Director General

Consejo General Informal

Anteriores Conferencias Ministeriales de la OMC
> Seattle, 1999
> Ginebra, 1998
> Singapur, 1996

 

Sr. Presidente,

Usted y yo hemos presentado conjuntamente al Consejo nuestro informe sobre el estado actual de la labor preparatoria de Doha, y mantengo todo lo que hemos dicho. Ha sido una evaluaci髇, que debe hacernos reflexionar, del volumen de trabajo y el compromiso pol韙ico necesarios si deseamos alcanzar en Doha un resultado aceptable para todos los Miembros de la OMC. Pero, como Director General -es decir, en mi calidad de guardi醤 de la salud a largo plazo del sistema de comercio personificado por la OMC- deseo agregar algo a lo que hemos dicho. Creo que es mi deber para con el Consejo ser tan franco en esta sala como lo he sido en p鷅lico al exponer mis opiniones sobre la importancia de la reuni髇 de Doha.

No podemos pretender que 閟ta pueda ser simplemente una reuni髇 ministerial "rutinaria", en la que los Ministros examinen las tendencias econ髆icas generales y los progresos realizados en el programa incorporado de la OMC. El contexto en que se reunir醤 los Ministros garantiza que se adoptar?en Doha una decisi髇 fundamental, ya sea positiva o negativa, que tendr?consecuencias de largo alcance para el futuro de esta instituci髇 y la forma en que desempe馻remos nuestra misi髇. En nuestro informe conjunto, Sr. Presidente, hemos dicho que el fracaso en el intento de llegar a un consenso sobre un programa de trabajo orientado al futuro que haga avanzar los objetivos del sistema multilateral de comercio, especialmente a la luz del fracaso anterior en Seattle, llevar韆 a muchos a poner en tela de juicio la utilidad de la OMC como foro de negociaci髇. Indudablemente, nos condenar韆 a un largo per韔do en el que se eclipsar韆 nuestra importancia, porque la tarea no ser? m醩 f醕il el a駉 pr髕imo, ni el otro.

Las preguntas con que se enfrentar醤 los Ministros ser醤 las mismas que se plantearon en Seattle: 縠st醤 dispuestos a iniciar un proceso m醩 general de negociaci髇 -una nueva ronda, de hecho- y, en caso afirmativo, cu醠 deber韆 ser su contenido? No he ocultado mi convicci髇 de que es necesaria una nueva ronda. No existe una mejor manera de tratar eficazmente los problemas de la desaceleraci髇 econ髆ica o evitar la mayor marginaci髇 de muchos pa韘es en desarrollo debido al debilitamiento del sistema multilateral. No tenemos otra forma de asegurarnos de que el sistema legal que personifica la OMC responda a las realidades econ髆icas. No tenemos otra forma de mantener el impulso de las negociaciones sobre la agricultura y los servicios. Que yo sepa, en ning鷑 lugar del mundo se discute la necesidad de negociaciones sobre la agricultura; pero esas negociaciones no se celebrar醤 en ning鷑 otro lugar del mundo, si no se celebran aqu?

Todas las normas que componen este sistema han sido negociadas -en eso consiste su fuerza y ese es el origen de su legitimidad-. Pero, por la misma raz髇, s髄o pueden modificarse mediante negociaciones. El Ministro Simba de Tanzan韆 habl?recientemente de las faltas de equidad del sistema, y est?en lo cierto: esas faltas de equidad existen. Pero s髄o la negociaci髇 puede eliminarlas. No negociar significa aceptar el statu quo, que representa la soluci髇 de transacci髇 a que se lleg?en el pasado. El 26 de junio dije -y algunos me criticaron por ello- que optar por el statu quo no impedir?que se celebren nuevas negociaciones comerciales el a駉 pr髕imo. Se celebrar韆n, pero fuera de la OMC, y los que no estuvieran incluidos en ellas tendr韆n que sufragar el costo de la exclusi髇.

Aunque la cuesti髇 puede ser la misma que en Seattle, el contexto no lo es. Muchos de los problemas que complicaron el proceso de preparaci髇 de Seattle han sido objeto de intensos esfuerzos durante los 18 鷏timos meses. Para hablar de los m醩 importantes:

?Gracias a sus incesantes esfuerzos, Sr. Presidente, y a los de su predecesor, la transparencia interna y la participaci髇 han experimentado una gran mejora; desde febrero, se han dedicado al proceso que desembocar?en la reuni髇 de Doha 35 reuniones plenarias del Consejo, tanto formales como informales. Gracias a ello, comprendemos mucho mejor las posiciones de las delegaciones, tanto los objetivos de los partidarios de un programa de negociaci髇 ampliado como los problemas que ese programa supone para otros.

?Se han hecho importantes progresos hacia la realizaci髇 de nuestros objetivos en lo que se refiere a la asistencia t閏nica a los pa韘es menos adelantados y al acceso de 閟tos a los mercados. Las cuestiones de aplicaci髇 se han examinado exhaustivamente, en el curso de un proceso intensivo, llevado con gran dedicaci髇, y todos comprendemos hasta qu?punto es fundamental esta cuesti髇 para nuestros progresos. La Secretar韆 ha trabajado tambi閚 duramente para ayudar a las delegaciones m醩 reducidas, de pa韘es que no tienen representaci髇 permanente en Ginebra y de escasos recursos a desempe馻r el papel que les corresponde en la labor de la OMC.

Los argumentos en favor de la iniciaci髇 de una nueva ronda han sido aceptados por un n鷐ero creciente de instituciones internacionales y, en particular, por el propio Secretario General de las Naciones Unidas, as?como por una sucesi髇 de reuniones en la cumbre de ministros y de dirigentes. No obstante, son muchos los que a鷑 no est醤 convencidos. Creo firmemente que la mejor respuesta -en realidad, la 鷑ica respuesta- que podemos dar a los que todav韆 se sienten esc閜ticos acerca del valor de las nuevas negociaciones es un programa de trabajo orientado al futuro, que sirva los intereses de todos los Miembros pero, en particular, de los pa韘es en desarrollo y menos adelantados. De forma an醠oga, la mejor respuesta que se puede dar a los que niegan las ventajas de la liberalizaci髇 del comercio para el desarrollo econ髆ico es un programa de negociaci髇 que se esfuerce por hacer m醩 equitativo el comercio internacional.

Pero a鷑 estamos lejos de llegar a un acuerdo. No todos los Miembros est醤 convencidos de la necesidad de nuevas negociaciones y, entre los que lo est醤, el alcance de esas negociaciones y el nivel que podemos ambicionar no est醤 suficientemente claros. Puede preverse que, mientras persista esta incertidumbre, muchos Miembros vacilar醤 en comprometerse. Con respecto a la mayor parte de las cuestiones concretas que describimos en nuestro informe, sigue habiendo una gran distancia entre las posiciones. Esa distancia a鷑 existe porque hemos alcanzado los l韒ites del proceso de celebraci髇 de consultas sobre un solo tema; al negociar, hay que ocuparse de las relaciones entre las cuestiones y de las posibles ventajas y desventajas rec韕rocas, y ello implica una decisi髇 y un compromiso pol韙icos. Este proceso apenas ha comenzado.

He de decirles que, si la reuni髇 de Doha tuviera lugar en septiembre, ahora estar韆 afirmando que hab韆mos desaprovechado la oportunidad -que ya no era posible conciliar esas diferencias en el tiempo de que dispon韆mos-. Pero estamos a tiempo. Esa es la raz髇 de que les informemos ahora, en julio, de esta verificaci髇 de la situaci髇 real. Es perfectamente posible lograr en Doha un resultado que sea satisfactorio para todos los Miembros y beneficie tanto al sistema de comercio como a la econom韆 mundial. Para ello, es precisa la atenci髇 inmediata y concentrada de las capitales. Esto no puede esperar hasta septiembre. A comienzos de ese mes, debemos estar preparados para iniciar el proceso intensivo de negociaci髇 que les permitir?presentar a los Ministros un proyecto de declaraci髇 coherente y equilibrado. No se puede esperar que los Ministros resuelvan en Doha todos los problemas, en cuatro d韆s. Nos han avisado una y otra vez de que es necesario llegar a un acuerdo general sobre el conjunto de medidas antes de que vayan a Doha.

He repetido esto muchas veces, pero sigue siendo cierto: lo que est?en cuesti髇 es la iniciaci髇 de las negociaciones, no su conclusi髇. El programa debe ser equilibrado y equitativo, y el principio de consenso debe garantizar que el resultado sea aceptable para todos los Miembros. Todo esto es posible. El mayor riesgo es que el fracaso del intento de llegar a un consenso ponga en tela de juicio el compromiso de los Miembros respecto del sistema multilateral y del principio de cooperaci髇 internacional.

Con frecuencia he descrito esta reuni髇 como la ocasi髇 de proceder a una "verificaci髇 de la situaci髇 real", y el informe que tienen ante s?es la contribuci髇 del Presidente y m韆 a esa actividad. Ahora les corresponde a ustedes realizar su propia verificaci髇 de la situaci髇 real, aqu?y en las capitales. Insto a todas las delegaciones a hacerlo con 醤imo franco y constructivo. Las capitales deben adaptar sus exigencias para dar cabida a las necesidades de los dem醩. Esta reuni髇 debe permitirles informar de que ha llegado el momento de asumir la realidad -de que deben revisarse y conciliarse posiciones muy antiguas para que podamos iniciar un programa de negociaci髇 que beneficie a todos nuestros pueblos-.

Sin embargo, estoy seguro de que hay en esta sala personas de calidad y visi髇, que conocen los costos de la falta de progresos, que saben cu醠 es el estado de la econom韆 mundial y la funci髇 que puede desempe馻r el sistema multilateral de comercio. Sabemos tambi閚 que 3.000 millones de personas, la mitad de la poblaci髇 mundial, subsisten con menos de 2 d髄ares diarios. Esta cifra podr韆 alcanzar los 4.000 millones en los pr髕imos 25 a駉s. La oportunidad de hacer algo al respecto est?a nuestro alcance.

Espero su vuelta en septiembre con impaciencia. Pero tengo que decir que la situaci髇 es fr醙il y que, sin generosidad, cortes韆 y buena voluntad, el proceso podr韆 desintegrarse y llegar a resultar imposible de manejar. A menos que tomemos verdaderamente en serio la realidad que ahora percibimos y actuemos, el paso del tiempo har?que esa realidad empeore, y podr韆 llegar a ser imposible manejar el proceso. Si en septiembre volvemos sin haber modificado nuestras posiciones, temo lo peor. Tenemos tiempo y debemos hacer uso de 閘. Cuando nos reunamos de nuevo, la pregunta ser?摽qu?ha cambiado??nbsp;